Los cuatro lóbulos cerebrales
Cada hemisferio de la corteza cerebral de los mamíferos puede dividirse en cuatro lóbulos definidos funcional y espacialmente: frontal, parietal, temporal y occipital. El lóbulo frontal está situado en la parte delantera del cerebro, sobre los ojos. Este lóbulo contiene el bulbo olfativo, que procesa los olores. El lóbulo frontal también contiene la corteza motora, que es importante para planificar y ejecutar el movimiento. Las áreas de la corteza motora se asignan a diferentes grupos musculares; este mapa está organizado. Por ejemplo, las neuronas que controlan el movimiento de los dedos están junto a las neuronas que controlan el movimiento de la mano. Las neuronas del lóbulo frontal también controlan funciones cognitivas como el mantenimiento de la atención, el habla y la toma de decisiones. Los estudios de seres humanos que tienen dañados sus lóbulos frontales muestran que partes de esta área están implicadas en la personalidad, la socialización y la evaluación del riesgo.
El lóbulo parietal está situado en la parte superior del cerebro. Las neuronas del lóbulo parietal participan en el habla y la lectura. Dos de las principales funciones del lóbulo parietal son el procesamiento de la somatosensación (sensaciones táctiles como la presión, el dolor, el calor o el frío) y el procesamiento de la propiocepción (el sentido de la orientación de las partes del cuerpo en el espacio). El lóbulo parietal contiene un mapa somatosensorial del cuerpo similar a la corteza motora.
El lóbulo occipital está situado en la parte posterior del cerebro. Participa principalmente en la visión: ver, reconocer e identificar el mundo visual.
El lóbulo temporal está situado en la base del cerebro junto a los oídos. Participa principalmente en el procesamiento y la interpretación de los sonidos. También contiene el hipocampo (en griego significa “caballito de mar”, que es a lo que se parece), una estructura que procesa la formación de la memoria. El papel del hipocampo en la memoria se determinó parcialmente al estudiar a un famoso paciente epiléptico, HM, al que se le extirparon ambos lados del hipocampo en un intento de curar su epilepsia. Sus ataques desaparecieron, pero ya no podía formar nuevos recuerdos (aunque podía recordar algunos hechos de antes de la operación y podía aprender nuevas tareas motoras).