Término
LEY DIVINA
Definición
La ley eterna de Dios, o la razón divina como gobernante de todo el universo. Dios concebido como el Gobernante del Universo. El plan de gobierno que tiene en su mente tiene el carácter de ley, y como está concebido en la eternidad y no en el tiempo, se dice que es la ley eterna. Esta ley eterna abarca tanto las leyes físicas como las morales. Ambas tienen en común la idea de una norma que debe cumplirse. En las leyes físicas, esta norma se cumple necesariamente, como ocurre con la gravedad o la expansión de la materia por el calor. En las leyes morales, la norma puede cumplirse o no dependiendo de la libre decisión del ser humano.
La ley moral eterna se ha manifestado al género humano de dos maneras, natural y sobrenaturalmente. En el primer caso, los seres humanos llegan a conocer la ley eterna de la naturaleza creada a través de la luz de la razón nativa; esta es la ley natural en todo su alcance. En el segundo caso, el ser humano conoce la ley eterna a partir de la revelación divina a la que puede responder con la ayuda de la gracia de Dios. Es la ley revelada que abarca todo el ámbito de la comunicación especial de la voluntad de Dios “por medio de los profetas” en tiempos pasados y en nuestro tiempo “por medio de su Hijo” (Hebreos 1:1).
Dado que el ser humano es a la vez un ser individual y social, está obligado por la ley eterna en ambos niveles de su existencia. Los deberes que tienen como individuos nunca son, por supuesto, totalmente separables de sus responsabilidades como miembros de la familia humana. En consecuencia, son siempre sociales por implicación. Pero dentro de la comunidad más amplia de la raza humana hay dos sociedades que el catolicismo ha designado como “perfectas” o “completas”, en el sentido de que están dotadas divinamente de los medios necesarios para cumplir sus respectivas razones de existencia. Son la sociedad civil del Estado y la sociedad eclesiástica de la Iglesia.
En consecuencia, cada una de estas sociedades tiene derecho a dictar sus propias leyes y obligar a sus miembros en conciencia a la obediencia. Las leyes civiles obligan a todos los bautizados que han alcanzado la edad de la discreción y, por tanto, son capaces de tomar decisiones racionales; sin embargo, la Iglesia puede obligar también a los menores de esa edad en los asuntos que pertenecen al bien común de los fieles.