Shelley hace que el monstruo sea elocuente, en lugar de mudo o poco comunicativo. ¿Qué efecto tiene esta elección en nuestra percepción de él?
El monstruo de Frankenstein de Mary Shelly llega a la vida tan grande como un hombre pero asignorante como un recién nacido. No puede leer, hablar o entender los rudimentos de la interacción humana. Sin embargo, cuando tropieza con los campesinos, adquiere el lenguaje observándolos y estudiando su forma de hablar. Es esta adquisición del lenguaje, junto con la elocuencia que aporta, lo que hace que el monstruo pase de ser una pesadilla misteriosa a una figura simpática y trágica. Al mostrar cómo el lenguaje transforma al monstruo, y al contrastar al monstruo bien hablado con su creador igualmente elocuente, Shelley argumenta que la comunicación verbal -más que la acción o la apariencia- es la única forma a través de la cual las personas pueden realmente entenderse.
Antes de que el monstruo aprenda a expresarse, sus acciones no dejan de ser aterradoras.Su huida del taller de Víctor parece siniestra y su asesinato de William aparentemente confirma la noción de que es una bestia poderosa y maligna capaz de ejercer una violencia inmotivada.Su impactante apariencia no ayuda a la situación. Víctor asume, y Shelley nos invita a asumir con él, que este ser, con su cuerpo remendado, su piel amarilla y sus labios negros, debe tener un alma que coincide con su horrible apariencia.
Cuando el monstruo habla, sin embargo, arroja sus acciones bajo una luz diferente. Explica que la deserción de Víctor lo dejó solo y asustado. Transmite lo dolido que se sintió cuando se dio cuenta de que su aspecto asustaba a la gente normal. Sus historias sobre la simpatía y la ayuda secreta a los aldeanos demuestran que tiene una naturaleza empática, y su historia sobre el rescate de una joven y la obtención de una bala por su problema demuestra su instinto de ayudar a los más débiles que él, provocando nuestra indignación por la crueldad injustificada de la sociedad hacia él. Incluso la descripción que hace el monstruo del asesinato de William es un argumento convincente de que la furia contra Victor le llevó a la violencia, lo que no es una excusa, ni mucho menos, pero sí una explicación comprensible y psicológicamente creíble. Al dar al monstruo el poder de la oratoria, Shelley nos obliga a considerar su comportamiento desde un ángulo totalmente diferente y a simpatizar con su situación.
Shelley refuerza nuestra simpatía por el monstruo comparando sus palabras con las de Víctor. Sin embargo, a pesar de sus serios y prolijos intentos de darse la razón, las palabras de Víctor no hacen más que alejarnos a medida que se acumulan. No siente apenas alivio cuando el monstruo escapa; deja que Justine muera antes que arriesgar su reputación diciendo la verdad; se queja y prevarica; abandona y desprecia despiadadamente a su propia creación. Irónicamente, Víctor sería más atractivo si perdiera el poder de la palabra. A diferencia de su monstruo, no es un asesino. Por sí mismas, sus acciones podrían parecer razonables. Pero como desnuda su alma al comunicarse verbalmente con nosotros, los lectores, revela las motivaciones poco atractivas que hay detrás de esas acciones razonables y pierde nuestra confianza y simpatía.
Las elocuentes palabras del monstruo no tienen el efecto que pretende: No logran ganar la aprobación de Víctor ni su afecto. Sin embargo, tienen un efecto que él no puede prever: al explicarse a sí mismo y a sus acciones, el monstruo se gana nuestro favor y se convierte en el héroe de la narración de Víctor Frankenstein. Y al llevar a cabo esta clara inversión, Shelley demuestra la abrumadora importancia del lenguaje en la formación de las identidades de los individuos, así como en la percepción de esas identidades por parte de los demás.