De los ángeles mencionados en las Escrituras, sólo hay dos que se mencionan directamente por su nombre, y son Gabriel (Lucas 1:26) y el arcángel Miguel (Daniel 12:1; Judas 9). No hay ningún ángel llamado Rafael en la Biblia. Sin embargo, el nombre es interesante, ya que su raíz es la palabra hebrea rapha, que figura en uno de los nombres de Dios en la Septuaginta: Jehová-Rapha, que significa “El Señor que sana” (Éxodo 15:26; Salmo 103:3; Salmo 107:20; Isaías 53:4-5).
La tradición católica, basada en el libro de Tobit (o Tobías), contiene una referencia al ángel Rafael, que protege a Tobías (el más joven) y cura a Tobías (el mayor). Basándose en las descripciones que Tobías hace de Rafael, la Iglesia católica lo considera el protector de los viajeros, los ciegos y los médicos. El libro de Tobías no es considerado inspirado por las iglesias protestantes. Esto se debe, en parte, a las referencias en Tobías a Rafael ofreciendo oraciones por Tobías, y a las alabanzas de Tobías al ángel, diciendo que está “lleno de todo lo bueno por él” (Tobías 12:15; 12:3). La Biblia no dice que los ángeles deban ofrecer oraciones por los humanos, y prohíbe expresamente la adoración de los ángeles. El ángel que visitó a Juan en Patmos le dijo que no lo adorara, y argumenta que es un consiervo, y le dice a Juan que adore a Dios (Apocalipsis 22:8-9).
El libro de Tobit no formaba parte de las Escrituras hebreas, pero la Septuaginta lo incluye y el nombre de Rafael habría sido familiar para la gente de la época de Jesús. Una historia del Nuevo Testamento muestra cómo el informe de Tobit sobre la capacidad de Rafael para curar y proteger podría haberse traducido en superstición popular. Había un estanque llamado Betesda en Jerusalén, y los enfermos solían acostarse cerca del estanque, esperando que las aguas se agitaran. Creían que cuando las aguas se agitaban, un ángel las agitaba, y que si se metían en la piscina mientras el agua estaba turbulenta, se curarían de sus enfermedades (Juan 5:2-9). Es posible que el ángel de la piscina fuera, en la mente de los enfermos, Rafael. Rafael no aparece, pero Jesús sí, y cura a un inválido que está demasiado débil para bajar a la piscina. Esta es una hermosa imagen de la salvación: Jesús siempre va a los que saben que son demasiado débiles para ayudarse a sí mismos, y los salva y sana (Romanos 5:6-8).
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