¿Recuerdas cómo era la vida cuando conociste a tu novia? Ahhh, la dicha lujuriosa y mucho antes de los días en que uno no se moría de vergüenza si se le escapaba un poco de viento del trasero. Para nosotros han pasado veinte años y, sinceramente, siempre es el perro el que lo hace.

La vida era sencilla, el desayuno se tomaba en la cama y el trabajo era eso que hacían los demás pero estábamos demasiado ocupados divirtiéndonos para pensar en eso. Nunca había oído hablar de los “soldados tostados” hasta que conocí a John.

Durante su primera visita a los Estados Unidos, durante nuestros viajes estábamos en uno de esos hoteles de apartamentos y me anunció que estaba haciendo huevos duros para desayunar y que si quería alguno y “por cierto, también soldados tostados”.

No suelo desayunar huevos duros porque si no presto atención y no los cocino bien, entonces tengo toda la parte blanca y líquida que realmente me disgusta. Tampoco me gustan los huevos duros para desayunar – quizás es que soy difícil de complacer.

“¿También sabe cocinar?” Pensé. (Sí, él cocinará huevos duros, soldados tostados, pasta de mariscos y umm… eso es todo. PUEDE cocinar pero no lo ha hecho mucho desde que me mudé.)

Dije que sí al desayuno y para no parecer estúpida, no mencioné que no tenía ni idea de lo que era un soldadito de pan tostado, así que lo vigilé bastante de cerca. El momento “duh” llegó cuando untó con mantequilla una tostada normal y la cortó en tiras para mojarla en la cremosa yema de huevo. Pequeños soldados.

El desayuno estaba perfectamente cocinado y desde entonces soy fan de los huevos pasados por agua y de las tostadas. Una cosa de ese viaje nos ha causado algunas discusiones. Comí como un americano. No, en serio, lo hice. Todos lo hacían.

Cogemos el tenedor con la mano izquierda y el cuchillo con la derecha y cortamos la porción a comer y luego dejamos el cuchillo, cambiamos el tenedor a la mano derecha y nos comemos el bocado. ¿no?

Un día me preguntó si todos en mi familia comían así.

“¿Eh? ¿Qué quieres decir?”

Siguió diciéndome que le parecía que yo comía raro y le dije que “todo el mundo come así”.

“No, no lo hacen, Maureen, he visto montones de películas americanas y todos comen de la manera adecuada”.

¿De la manera adecuada??

OMG me estaba insultando y diciéndome que no tenía clase y me enfadé mucho. Le dije que eso era una locura. No conocía a nadie más que a los extranjeros que comían con el tenedor siempre en la mano izquierda.

Esa noche fuimos a un restaurante de mala muerte y me empeñé en señalar cómo comían los americanos. Él, por su parte, estaba igual de decidido a demostrarme que no sabía comer. Miramos furtivamente alrededor de la sala, intentando no mirar y no tardó en aparecer una sonrisa socarrona en mi cara. POR TODAS PARTES la gente intercambiaba tenedores de un lado a otro y en el restaurante de ponqué también.

“Pero… en las películas se come bien”, dijo.

“¿Eres tan snob pensando que tu manera es la correcta y me recuerdas por qué creí que me gustabas en primer lugar?” Se rió, se disculpó y la vida siguió pero nunca lo olvidé.

Si te preguntas cómo como ahora -cuando estoy en Roma…