La importancia de la intimidad física, a menudo pasada por alto

¿Le sorprendería saber que es beneficioso para la salud cogerse de la mano con su pareja mientras caminan por la calle, o abrazarse cuando vuelven a casa al final del día? ¿O poner tu mano sobre su muslo o detrás de su cuello cuando eres el pasajero de al lado en el coche? ¿Sabes que puede fomentar el bienestar general -para ambos- acercarse inesperadamente cuando ella está tomando el café de la mañana en la mesa de la cocina y tus manos se posan en sus hombros o tus brazos la envuelven por detrás? ¿Lo mismo si os sentáis uno al lado del otro en el sofá, con las piernas pegadas o cruzadas, mientras veis una película o un episodio de vuestra serie favorita?

Las pruebas de la investigación nos dicen que la presencia de la intimidad en nuestras vidas -sentirnos comprendidos, aceptados y atendidos- influye mucho en nuestro bienestar físico y emocional general.1 La intimidad se construye a partir de muchas fuentes, como la calidad de la respuesta de la pareja durante la conversación, la presencia de empatía, los actos de amabilidad y generosidad, además de -y esto a menudo se pasa por alto- la experiencia continua del tacto físico.

El tacto puede transmitir fuertemente una sensación de ser aceptado y cuidado: los beneficios emocionales. El tacto también confiere beneficios fisiológicos. En un estudio, se descubrió que las parejas tenían niveles más bajos de cortisol, la hormona del estrés, en los días en que disfrutaban de niveles más altos de contacto físico, como tomarse de la mano o abrazarse.2 (Se ha descubierto que los niveles altos de cortisol aumentan el ritmo cardíaco y la presión arterial). Los investigadores creen que son las emociones positivas derivadas del tacto físico -sentirse satisfecho, sentirse relajado, sentirse alerta- las que conducen directamente a reducir los niveles de cortisol. Otro estudio descubrió que cuando las personas disfrutaban de un aumento de los comportamientos físicos íntimos durante varios días, experimentaban una disminución posterior de los síntomas de problemas físicos (dolor de espalda/músculo, dolor de cabeza, insomnio, malestar estomacal, sarpullido/irritación de la piel y enfermedad/lesión).3 Un tercer estudio descubrió que el contacto físico regular y repetido estaba vinculado a un aumento de la oxitocina (una hormona calmante y promotora del bienestar), a una disminución de los niveles de cortisol en ambos miembros de la pareja y a una disminución de la presión arterial entre los esposos.4

Es probable que el contacto físico mejore el bienestar en todas las relaciones, pero puede ser especialmente importante en las relaciones de larga duración en las que el sexo ha llegado a desempeñar un papel menor. El contacto físico de naturaleza no sexual -los abrazos y apretones, las caricias, los toques al azar- puede ser una vía eficaz para mantener la intimidad, con sus numerosos beneficios.

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