El ingenuo aparece como tipo cultural en dos formas principales. Por un lado, está “el ingenuo satírico, como Cándido”. Northrop Frye sugirió que podríamos llamarlo “la forma ingénu, por el diálogo de Voltaire de ese nombre. “Aquí un outsider… no concede ninguna de las premisas que hacen que los absurdos de la sociedad parezcan lógicos a quienes están acostumbrados a ellos”, y sirve esencialmente de prisma para llevar el mensaje satírico. En efecto, Baudrillard, basándose en sus raíces situacionistas, buscó posicionarse como ingénuo en la vida cotidiana: “Hago el papel del campesino del Danubio: alguien que no sabe nada pero que sospecha que algo va mal… Me gusta estar en la posición del primitivo… hacer de ingenuo”.
Por otro lado, está el “ingenuo” artístico: todo receptividad y aparente disponibilidad. Aquí “el ingenuo se ofrece como en proceso de formación, en busca de valores y modelos… siempre a punto de adoptar algún temperamento tradicional “maduro”” – en una perpetua moratoria adolescente. Tales instancias de “lo naif como imagen cultural… se ofrecían como esencialmente receptivas a los demás y abiertas a toda invitación… establecían su identidad en la indeterminación”.
Durante la década de 1960, “los naif se volvieron hacia el misticismo y las religiones orientales”, alimentando el movimiento hippie. “La cultura hippie, bastarda de la generación beat fuera del pop, se parecía mucho a una cultura folclórica: oral, ingenua, comunitaria, sus aforismos (“Haz el amor, no la guerra”, “enciende, sintoniza, abandona”) intuidos, no racionalizados”.