Lil Wayne’s Funeral Celebrates a Life That’s Far from Over

The Lowdown: Lil Wayne ha desafiado a la muerte toda su vida. A los 12 años, se disparó en el pecho en un intento fallido de suicidio. Sin embargo, como rapea en el tema de Tha Carter V “Let It All Work Out”, “Dios vino a mi lado, y lo hablamos/ Me vendió otra vida, e hizo de profeta”. Tres años después, se unió a los Hot Boys de Ca$h Money y explotó en la creciente escena del rap de Nueva Orleans. Una vez más, la muerte vendría a burlarse de Wayne, que sufrió múltiples hospitalizaciones por convulsiones a lo largo de su carrera como consecuencia de su epilepsia. A pesar de sus problemas de salud, Wayne prospera.

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Su resistente carrera, al igual que su salud, se niega a ceder. Con su decimotercer álbum de estudio (sin olvidar sus 26 mixtapes), Wayne se une a un puñado de raperos que pueden presumir de tener música relevante y significativa a lo largo de cuatro décadas. Su álbum de 2020, Funeral, no es una señal de derrota ni el final de la carrera de Weezy. Por el contrario, es un testimonio de su continua rebelión contra la muerte. Tha block todavía está caliente. Tha Carter aún respira. Y aunque Funeral es a veces un poco contradictorio, la dedicación de Weezy a su oficio es más clara que nunca.

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Lo bueno: El comienzo cinematográfico del álbum es un poco engañoso con sus elegíacos arpegios de piano y sus cuerdas envolventes. Siéntate y escucha la historia de mi vida, parece decir la obertura, ya que Wayne cresciende, fluye y canta con una crudeza no filtrada por el almibarado Auto-Tune. “Funeral” es la canción de apertura de un drama indie digno de un Oscar, pero lo que sigue es una superproducción veraniega llena de acción a partes iguales de Fast & Furious y de las Finales de la NBA.

En la siguiente canción, “Mahogany”, Wayne conecta con su colaborador de siempre Mannie Fresh y nos recuerda que Weezy no necesita un gancho para atraernos. Escribe barras interminables y domina cada faceta de su entrega. Su textura semidifusa permite a Wayne manipular las sílabas como ningún otro (“I’m a Libra, I weigh it out/ Hope the reaper don’t take me out/ I’m too eager to wait it out/ Stuck the heater in Satan’s mouth”). Su flujo es suficiente para llevar el sentido del ritmo de la canción, sin embargo, suena tan cómodo acurrucado dentro del ritmo conmovedor de Mannie.

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Wayne y Mannie conectan de nuevo en “Piano Trap”, una canción que te hará desear que los dos colaboren para un disco entero de nuevo. Cuando el ritmo cambia y Wayne no pierde el ritmo, la química de 23 años juntos es muy evidente. De hecho, algunos de los mejores momentos de Wayne en Funeral son cuando se apoya en sus raíces sureñas: el desquiciado outro de “Mahogany”; el contagioso rebote de Nueva Orleans de “Clap for Em”; incluso el coqueteo de Wayne con el horrorcore en “Bastard (Satan’s Kid)” y “Get Outta My Head”.

Esta última, en la que participa el fallecido XXXTentacion, pone de manifiesto la voluntad de Wayne de evolucionar. A diferencia de Eminem, que también entró en su cuarta década hace unas semanas, Lil Wayne da la bienvenida al cambio y permite que los jóvenes artistas a los que inspiró, a su vez, le inspiren a él. Grita junto a X sobre las voces torturadas que provocan incendios en su cabeza. De nuevo, en “Dreams”, se inspira en la generación de Juice WRLD al gritar maníacamente sobre las pesadillas que corroen su mente. Aprender de sus alumnos no es una tarea fácil. En Funeral, sin embargo, Wayne demuestra que da sus frutos.

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Lo malo: Aunque Wayne demuestra su continua relevancia en Funeral, el tracklist de 24 canciones está ciertamente inflado. Wayne no es ajeno a los álbumes largos. De hecho, Funeral es un minuto más corto que Tha Carter III. Sin embargo, las canciones que se pueden saltar y que contribuyen a esta duración de 76 minutos requieren mucha más paciencia.

Escuchar las barras sin parar de Weezy es genial. Sin embargo, Funeral se habría beneficiado de un gancho digno de “A Milli” o “Lollipop” o “6 Foot 7 Foot” de vez en cuando. Las pocas veces que Wayne intenta un crossover pop aquí se sienten totalmente fuera de lugar. El estribillo “I don’t trust nobody” de Adam Levine carece de emoción, y la oración “If I die before I wake” del puente es totalmente apática. Igualmente fuera de lugar está la participación de The-Dream en “Sights and Silencers”, donde la romántica charla de almohada y el aterciopelado ritmo de Mike WiLL Made-It crean un duro pivote intercalado entre el trap hedonista de “I Don’t Sleep” y el aspirante a banger “Ball Hard”.

Funeral carece del enfoque que presagiaba en su obertura. Trabajar con 37 productores diferentes a lo largo de 24 canciones tendrá ese efecto. Aunque algunos colaboradores brillan (por ejemplo, Mannie Fresh o R!O & Kamo), demasiados ritmos caen en saco roto (por ejemplo, la ineficaz batería de “Stop Playin with Me” o la cacofonía de “Wayne’s World”). Aun así, Wayne encuentra formas de brillar a pesar de sus instrumentales desiguales.

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El veredicto: Funeral juega menos como un álbum y más como una mixtape. Para su debut en la nueva década, Wayne adopta un enfoque de “tirar todo a la pared y ver qué se pega”, y sólo da en el blanco la mitad de las veces. Wayne está en su mejor momento cuando se sumerge en un ritmo y muestra su habilidad técnica. Sigue teniendo un sinfín de chistes para puntuar su flujo sin esfuerzo. Sigue teniendo una clara visión y conciencia de su lugar en el juego del hip-hop. Sin embargo, Wayne no es un gran editor, por lo que escuchar Funeral puede resultar agotador a mitad de camino. Sin embargo, aunque los oyentes se sientan fatigados, Wayne está lejos de ello. Funeral no es un punto final o un punto y aparte al final de una carrera exitosa. Es una elipsis, un pensamiento que continuará la próxima vez que Weezy agracie el estudio.

Pistas esenciales: “Funeral”, “Mahogany” y “Piano Trap”

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