“Los indios huelen a curry”: Una respuesta

Yo en toda mi gloria amante del curry a lo largo de los años

Pooja Narayanan
Pooja Narayanan

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27 de octubre, 2017 – 2 min read

“Los indios huelen a curry.” Mi yo de once años se sobresalta, buscando la fuente. La voz es masculina; el tono es burlón. Mis ojos recorren el pasillo, intentando encontrar la voz entre el estruendo de los portazos de las taquillas. Está claro que no era para mis oídos. Pero lo oí.

“Los indios huelen a curry”. Nunca se dice de forma amable. Incluso cuando el curry huele tan bien. Tengo trece años. Huelo discretamente mi camisa. ¿Huelo bien? Anoche comí curry. Vuelvo a oler. Aparto la vista, miro alrededor, compruebo mi entorno. No hay nadie mirando. Huelo una vez más. Doy un suspiro de alivio. No huelo a curry. Al menos espero no hacerlo.

“Los indios huelen a curry”. Ahora se ha convertido en una broma, una reivindicación agridulce de algo que nunca debió ser despectivo. Tengo dieciséis años. Me río. No saben que todavía les escuece. Todavía me duele pensar que las ricas especias y el calor del hogar son objeto de narices fruncidas y sonrisas vitriólicas. Mi madre y mi abuela son esclavas de los fogones cada noche. Durante el día se reduce a una estúpida broma.

Los aromas de las especias suben por las escaleras y yo inhalo. Cúrcuma, cardamomo, comino. Están grabados a fuego en mi memoria. Tengo un sexto sentido para ellas. Al oír la llamada de mi madre, me apresuro a bajar las escaleras. Mi ropa olerá a curry. Pero ahora he aprendido a llevar perfume.

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