Parasitismo

Una de las especies de hormigas de la madera, la hormiga esclavizadora (Formica sanguinea) es un parásito social. Tras entrar en el nido de especies de hormigas más pequeñas, como la Formica fusca, la reina esclavizadora mata a la reina anfitriona y “esclaviza” a las obreras que están naciendo para que cuiden de sus propias crías.

El robo de comida, o cleptoparasitismo, se produce cuando un animal obtiene su alimento robando las presas matadas por otro animal. El robo de comida tiene la ventaja de que un animal puede comer una presa que de otro modo no habría podido matar. También puede ahorrar la energía y el peligro potencial que supone enfrentarse a la presa. Los miembros de la familia de los cuervos utilizan a menudo esta estrategia, al igual que las aves de presa. Entre los mamíferos que antaño se encontraban en el Bosque de Caledonia, el oso pardo (Ursus arctos) y el lobo (Canis lupus) también habrían robado presas. Los lobos pueden ahuyentar a los linces (Lynx lynx) o a las rapaces de una presa, y los osos son capaces de ahuyentar a cualquier otro depredador.

Los parasitoides son parásitos que acaban matando a su huésped. Están a medio camino entre el depredador y el parásito. Hay muchas avispas parasitoides, como la avispa de cola rubí (Chrysura hirsuta) que pone sus huevos en las celdas de cría de los nidos de la abeja albañil (Osmia uncinata). Las larvas de la avispa se alimentan de las larvas de las abejas.

Más de lo que parece

Un mismo animal puede ser huésped de una gran variedad de parásitos. Como ocurre también con las relaciones mutualistas, cuando vemos un animal individual, en realidad estamos viendo toda una comunidad de formas de vida. Por ejemplo, los parásitos del ciervo rojo (Cervus elaphus) han sido bastante bien estudiados, y el ciervo sirve como una buena ilustración de la gama de parásitos que pueden habitar en un animal.

Entre los parásitos internos o endoparásitos están las lombrices hepáticas (Fasciola hepatica), una variedad de gusanos y parásitos intestinales microscópicos. Entre los parásitos externos o ectoparásitos se encuentran las garrapatas, los cornezuelos de los ciervos (Lipoptena cervi) y las larvas de la mosca nasal (Cephenemyia auribarbis).

Transmisión

Desde los virus hasta las garrapatas, los parásitos tienen una amplia gama de estrategias para propagarse de huésped a huésped. Los piojos, por ejemplo, suelen transmitirse cuando dos huéspedes entran en contacto. Las pulgas se arrastran y saltan durante distancias relativamente largas, mientras que las garrapatas se arrastran hasta la parte superior de un trozo de vegetación, como un tallo de helecho, y esperan a que un huésped pase por allí. Las royas y los mohos se transmiten por esporas, y algunos hongos parásitos se propagan cuando las raíces de las plantas entran en contacto.

Los mosquitos localizan a sus huéspedes detectando señales químicas, en particular el dióxido de carbono, en el aliento de sus huéspedes. La Borrelia burgdorferi, la bacteria responsable de la enfermedad de Lyme, vive en el intestino de algunas garrapatas y puede transmitirse a otro organismo cuando la garrapata pica a un huésped para alimentarse de sangre. Este es un ejemplo de cómo un parásito puede utilizar a otro parásito como vector: un medio para viajar entre nuevos huéspedes e infectarlos.

Defensas contra los parásitos

Un huésped suele intentar repeler o eliminar a los parásitos en la medida de lo posible, y hay multitud de formas de conseguirlo. Los mamíferos se acicalan y las aves se acicalan, actividades que, entre otras funciones, eliminan a los huéspedes no deseados, como las garrapatas. Los ciervos rojos se revuelcan en el barro para deshacerse de ectoparásitos como las algas y las garrapatas. Algunos pájaros, como el urogallo (Tetrao urogallus), se deshacen de los ectoparásitos mediante el “hormigueo”. Esto ocurre cuando un pájaro permite que las hormigas se arrastren por sus plumas. Las hormigas rocían su ácido fórmico defensivo, que ayuda a matar a los parásitos del pájaro.

Otra defensa es la evitación. Las pulgas parasitan una amplia gama de animales de sangre caliente. Algunas especies de pulgas infestan los nidos de los herrerillos (Parus cristatus). Esto obliga a los pájaros a cambiar de lugar de anidación cada año, lo que aumenta la demanda de lugares adecuados.

El estornino (Sturnus vulgaris) tiene una forma intrigante de hacer frente a los parásitos que depredan los polluelos. El estornino macho recoge plantas aromáticas para tejerlas en el nido. Los aceites aromáticos de las plantas potencian la resistencia de las crías a los parásitos y aumentan sus posibilidades de supervivencia.

En el extremo microscópico de la escala, algunos de los parásitos más peligrosos -virus y bacterias- son combatidos directamente por el sistema inmunitario del huésped.

La influencia de los parásitos

Los parásitos ejercen una poderosa y compleja influencia en las poblaciones de seres vivos del ecosistema forestal. Desempeñan un papel fundamental en la regulación de las oscilaciones extremas de las poblaciones. Al reducir la fertilidad, también evitan que ciertas especies se vuelvan demasiado abundantes, dando así a otros organismos la oportunidad de prosperar.

La tendencia de los ecosistemas a evolucionar de forma natural hacia la diversidad queda ilustrada por el hecho de que los monocultivos creados por los humanos (como los campos de trigo o las plantaciones de coníferas) suelen ser propensos a las enfermedades parasitarias, y se necesita una gran cantidad de insumos para mantener a raya a los parásitos. Los ecosistemas diversos son mucho menos vulnerables a las epidemias devastadoras. La presencia de parásitos, con el tiempo, fomenta la biodiversidad.

Los pinzones reproductores (Fringilla coelebs) ilustran el efecto que tienen los parásitos en la selección natural. Cuanto menos parásitos tenga un macho, más brillantes serán los pigmentos de sus plumas. ¿Por qué es importante? Los machos de colores más brillantes son más atractivos para las hembras, por lo que sus genes de aptitud e inmunidad se transmiten a la siguiente generación. Esto demuestra que los parásitos pueden mejorar la salud de una población a largo plazo.

El parasitismo también influye en los movimientos de los animales. Los jejenes, en particular, obligan a los ciervos rojos a desplazarse a terrenos más altos (además de mantener a raya a los turistas), lo que repercute en los patrones de pastoreo.

Los parásitos rara vez tienen el mismo atractivo público que las especies más glamurosas. Pero aunque por definición el parasitismo perjudica a los organismos individuales, en un contexto más amplio estas fascinantes interacciones desempeñan un papel indispensable en la promoción de la salud y la diversidad en el bosque.

Escrito por Dan Puplett.

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