Una placa vírica es una estructura visible que se forma tras introducir una muestra vírica en un cultivo celular crecido en algún medio nutritivo. El virus se replicará y extenderá, generando regiones de destrucción celular conocidas como placas. Por ejemplo, los cultivos de células Vero o de otros tejidos pueden utilizarse para investigar un virus de la gripe o un coronavirus, mientras que diversos cultivos bacterianos se utilizarían para los bacteriófagos.
El recuento del número de placas puede utilizarse como método de cuantificación del virus. Estas placas pueden detectarse a veces visualmente utilizando contadores de colonias, de forma muy parecida a como se cuentan las colonias bacterianas; sin embargo, no siempre son visibles a simple vista, y a veces sólo pueden verse a través de un microscopio, o utilizando técnicas como la tinción (por ejemplo, rojo neutro para eucariotas o giemsa para bacterias) o la inmunofluorescencia. Se han diseñado sistemas informáticos especiales con capacidad para escanear muestras por lotes.
La apariencia de la placa depende de la cepa del huésped, del virus y de las condiciones. Las cepas muy virulentas o líticas crean placas de aspecto claro (debido a la destrucción total de las células), mientras que las cepas que sólo matan a una fracción de sus huéspedes (debido a la resistencia parcial/lisogenia), o sólo reducen la tasa de crecimiento celular, dan placas turbias. Algunos fagos parcialmente lisogénicos dan placas de ojo de buey con manchas o anillos de crecimiento en medio de regiones claras de lisis completa.
La formación de agujeros espontáneos no virales en cultivo celular (por ejemplo, LLC-PK1, o el modelo de cultivo de células epiteliales gingivales humanas, Gie-3B11) se denomina opiplasi (griego; opi=agujero; plasi=formación). Estos agujeros pueden alcanzar un tamaño de varios milímetros. La aparición espontánea de estos agujeros puede ser inducida y acelerada por citoquinas proinflamatorias como el factor de necrosis tumoral alfa.