Cuando uno se estresa, el cerebro experimenta cambios químicos y físicos que afectan a su funcionamiento general. Durante los periodos de mucho estrés, ciertas sustancias químicas del cerebro, incluidos los neurotransmisores dopamina, epinefrina y norepinefrina, comienzan a aumentar, lo que provoca que las glándulas suprarrenales liberen mayores cantidades de estas y otras hormonas de “lucha o huida”, como la adrenalina. La liberación de estas sustancias químicas contribuye a ciertos efectos fisiológicos, como la aceleración del ritmo cardíaco, el aumento de la presión arterial y el debilitamiento del sistema inmunitario. Si no se controla a lo largo del tiempo, el estrés crónico puede provocar la aparición de otros problemas graves, como úlceras de estómago, derrames cerebrales, asma y enfermedades cardíacas.
Muchos profesionales de la salud también consideran que el estrés crónico es un factor de riesgo importante para enfermedades como el cáncer y los ataques cardíacos. Una de las razones es que las reacciones físicas de nuestro cuerpo al estrés prolongado pueden acumularse lentamente y pasar desapercibidas en nuestros intentos de adaptarnos al estrés continuo. Sin embargo, aunque parezca que estamos creando una tolerancia al estrés, nuestro sistema nervioso sigue lidiando con una sobrecarga, que puede afectar seriamente a la salud en general a largo plazo. Una de las reacciones físicas más comunes al estrés es la tensión de los músculos, que a la larga puede desencadenar cefaleas tensionales, migrañas y otras afecciones musculoesqueléticas. El estrés también es duro para el sistema digestivo, ya que afecta a los nutrientes que absorben los intestinos, influye en la rapidez con la que los alimentos circulan por el cuerpo y puede provocar que comas más o menos de lo normal. La alteración de los procesos digestivos naturales de su cuerpo puede causar náuseas, dolor, vómitos, acidez, estreñimiento, reflujo ácido o diarrea.
Además de los diversos efectos físicos del estrés, también puede contribuir a una serie de trastornos mentales y emocionales, como la ansiedad, las fobias y los ataques de pánico. Este estrés emocional puede dificultar la concentración, la toma de decisiones, la reflexión o el recuerdo. El estrés también puede causar irritabilidad, haciendo que te frustres e impacientes fácilmente con los demás, e incluso puede contribuir a la depresión, la ira, los sentimientos de inseguridad y los conflictos en las relaciones. Aunque los numerosos efectos físicos del estrés pueden ser abrumadores, es importante no ignorar estos efectos psicológicos, ya que también desempeñan un papel importante en la salud y la vitalidad generales.