Los científicos todavía no saben exactamente lo que está pasando, y se enfrentan a un desafío urgente para averiguarlo. El metano es un gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO2, a pesar de que solo dura alrededor de una década en la atmósfera, mientras que el CO2 persiste durante un par de siglos. Un aumento continuado de la cantidad de metano en el aire podría anular fácilmente cualquier progreso a corto plazo que hagamos en la reducción de las emisiones de CO2. El metano es la fruta madura en el esfuerzo por combatir el calentamiento planetario.
Este gas también ha sido noticia por razones políticas, ya que el gobierno de Donald Trump ha decidido rescindir las normas que obligan a las empresas de combustibles fósiles a controlar y arreglar las fugas de metano, a pesar de la oposición de muchas empresas. La producción de combustibles fósiles también contribuye a las emisiones de metano, y algunos estudios han señalado a la fracturación hidráulica, especialmente en Estados Unidos, como la causa probable detrás del reciente aumento de las emisiones. Es ciertamente sospechoso que la fracturación hidráulica se pusiera en marcha a lo grande en torno a 2007, justo cuando comenzó el aumento de metano. Sin embargo, otros estudios recientes refutan esta conclusión y sugieren que las emisiones de metano de Estados Unidos han cambiado poco en los últimos 15 años.
Más preocupantes son otras fuentes de metano sobre las que el ser humano tiene mucho menos control. Un consorcio internacional de investigadores ha hecho un seguimiento de las emisiones con mediciones detalladas en el Ártico, Europa y los trópicos, así como con estudios de modelización. Lo que han encontrado sugiere que el aumento de metano desde 2007 parece ser principalmente el resultado de un aumento de las emisiones biogénicas, predominantemente en los trópicos. Entre varios factores, esta actividad se ha visto acelerada por el calentamiento de las temperaturas y el aumento de las precipitaciones que provocan la expansión de los humedales tropicales. Otros aumentos de las emisiones proceden de los animales agrícolas, como las vacas, las ovejas y las cabras.
Revertir esta tendencia de las emisiones de metano es ahora probablemente el reto más urgente en la lucha contra el calentamiento global, incluso más que la necesidad actual de abordar las emisiones de CO2. Una importante evaluación publicada recientemente ofrece opiniones encontradas sobre lo que se puede hacer. La mala noticia es que reducir las emisiones de los pantanos y las vacas puede ser prácticamente imposible.
Pero también hay buenas noticias.
Muchas otras fuentes de metano no deberían ser demasiado difíciles de abordar, especialmente las emisiones procedentes de la producción de carbón y gas, las fugas de gas urbanas, los vertederos y las plantas de aguas residuales. Los nuevos dispositivos tecnológicos, como los detectores de fugas montados en vehículos y los drones, están facilitando la localización de las mayores fuentes de emisiones, que pueden ser eliminadas. Los vertederos pueden cubrirse. Las industrias de combustibles también deben reconocer la necesidad de reducir las fugas de gas natural para preservar su reputación como fuente de energía verde. Las emisiones de metano también pueden reducirse si no se queman los residuos de los cultivos, como es habitual en África y en el sur y el este de Asia.
El éxito en la lucha contra las emisiones de CO2 ha sido abismal. Tras 40 años de debate, el año pasado las emisiones fueron más altas que nunca. Pero el metano es otro problema que quizá sea aún más urgente.
Lamentablemente, si no podemos reducir las emisiones de metano, cualquier tímido progreso que hagamos en materia de dióxido de carbono quedará anulado.-Bloomberg
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