Los culpables ambientales que desencadenan reacciones de estrés, desregulación del sistema nervioso o reacciones de sensibilidad física a menudo se pasan por alto y se subestiman. Las bombillas fluorescentes compactas (“CFL”) se han vuelto cada vez más omnipresentes, ya que las bombillas incandescentes, que no afectan a la salud mental, se están eliminando poco a poco en Estados Unidos, Canadá y Europa. Aunque sus defensores argumentan que ahorran costes energéticos*, si las bombillas de bajo consumo aumentan la carga de enfermedades mentales y físicas -aunque sea en una pequeña cantidad-, el coste colectivo para la salud pública de su uso puede ser enorme.
La atención sobre los efectos potencialmente dañinos de las CFL se centra normalmente en la presencia de mercurio neurotóxico en el interior de la bombilla, las diversas formas de radiación emitidas, la “electricidad sucia” o las cantidades relativamente altas de luz azul que provocan trastornos del sueño a través de la supresión de la melatonina.1 Pero parece que hay otros aspectos que también son preocupantes.
¿Qué pasa con el “parpadeo”?
Cualquier bombilla fluorescente (tubos o CFL) emitirá un “parpadeo”, que puede desencadenar eventos del sistema nervioso como migrañas, tics o convulsiones en personas sensibles. Los fabricantes afirman ahora que cualquier parpadeo presente en las nuevas bombillas es imperceptible para el ojo humano y, por tanto, se consideran libres de parpadeo. ¿Pero cómo sabemos que el cerebro no se irrita por un parpadeo que el ojo no puede “ver”? Yo mismo soy sensible a las luces fluorescentes de techo, ya que me molestan los ojos y me hacen sentir agotado. Y como atiendo a pacientes con autismo, tics y trastornos convulsivos, me he propuesto utilizar únicamente luz incandescente en cualquier despacho en el que trabaje, sobre todo porque varios de mis pacientes más sensibles se han quejado o me han pedido que las apague los días que me he visto obligado a utilizarlas. Los pacientes con lesiones cerebrales traumáticas también pueden manifestar su intolerancia a la luz fluorescente.
Las lámparas fluorescentes compactas, por otra parte, me parecen incluso peores que las fluorescentes de techo; apenas puedo soportar estar en una habitación con una. Me hacen sentir nerviosa, fragmentada e irritable. Me doy cuenta de que me molestan más que a la mayoría de la gente, pero sin embargo la experiencia me ha convencido de que la luz producida por las CFL afecta directamente al sistema nervioso. Sentí que tenía que haber algo en la calidad de la luz en sí misma -no sólo la radiación o la supresión de la melatonina- que irritara las neuronas (células cerebrales), ya sea por excitabilidad eléctrica (causando una señalización caótica en el cerebro) o por una respuesta general de estrés fisiológico (lucha o huida), o ambas cosas.
La luz fluorescente induce una respuesta de estrés
Sin duda, numerosos estudios apuntan a que la calidad de la luz, la temperatura del color o ciertos patrones espectrales inducen una respuesta de estrés. Curiosamente, los efectos no son visuales, lo que significa que son causados por las señales de luz que llegan a la retina del ojo pero que no viajan desde allí a la corteza visual (donde percibimos las imágenes), sino a las vías circadianas.
Aunque es probable que la reacción al estrés provocada por las lámparas fluorescentes compactas esté causada por varios factores, aquí hay dos mecanismos distintos a tener en cuenta.
- La alta temperatura del color (más frío/blanco) de la luz fluorescente estimula las vías no visuales del ojo a varias partes del cerebro que implican los biorritmos (por ejemplo, “el reloj corporal”), las hormonas del estrés, las emociones, los niveles de excitación y la tensión muscular.
Según un resumen de investigación sobre el efecto de las CFL en las reacciones de estrés, la composición espectral de las bombillas CFL no sólo suprime la melatonina, sino que desencadena directamente una respuesta de lucha o huida a través de las hormonas, la alteración del biorritmo y la estimulación del centro de excitación del cerebro.**2 Las investigaciones demuestran sistemáticamente que las luces fluorescentes aumentan los marcadores de estrés, como la reducción de la variabilidad del ritmo cardíaco, el aumento de la presión arterial, el incremento de la conductancia de la piel, una respuesta de sobresalto más fuerte, la reducción del descenso de la temperatura corporal durante el sueño, el aumento del cortisol y la reducción de las ondas lentas (etapa 4, la más profunda) en comparación con la iluminación incandescente de espectro completo.3 4 5 Dado que hay pruebas de que la radiación y la electricidad sucia también inducen reacciones de estrés, el efecto de estrés de las CFL es problemático.
El campo emergente de la “antropología fisiológica” se centra en el impacto de los factores ambientales tecnológicos, como los efectos biológicos de la luz artificial, para que podamos hacer los ajustes adecuados y mejorar la calidad de vida. Por ejemplo, un estudio descubrió que la luz dinámica en un aula de primer grado que cambiaba en función de las necesidades de los alumnos a lo largo del día mejoraba la fluidez de la lectura oral.6 Otro estudio demostró un aumento del comportamiento prosocial en los adultos cuando se exponían a una luz más cálida, medido por la preferencia de resolver los conflictos mediante la colaboración en lugar de la evitación, y por el aumento del tiempo dedicado al trabajo voluntario no remunerado.7
Aunque la iluminación fluorescente de espectro completo (FSFL) se ha propuesto como una solución para imitar más de cerca la luz natural, los estudios relativos a sus efectos sobre el estado de ánimo y la cognición son inconsistentes; una teoría sobre los efectos inconsistentes es que la FSFL puede producir más parpadeo tanto en el brillo (luminosidad) como en el color (cromático).8 - El “parpadeo” pupilar causado por el patrón espectral en punta emitido por la luz fluorescente desencadena una señalización aberrante. Este mecanismo es más especulativo, y si se demuestra que es cierto puede tener un efecto más pronunciado en aquellos individuos con autismo u otras sensibilidades/disfunciones neurológicas. Dado que la luz fluorescente emite, por naturaleza, picos espectrales (por ejemplo, “ráfagas” azules y rojas) a medida que el fósforo se vuelve fluorescente, frente a la salida suave y continua de todo el espectro de la luz incandescente,*** la luz fluorescente es más difícil de procesar para los ojos y el cerebro. Por lo tanto, una hipótesis es que la naturaleza de los picos provoca una constricción errática de la pupila, alternando entre la constricción con los picos o ráfagas espectrales azules y la dilatación relativa de las ráfagas de luz roja, lo que agita el cerebro.9
El hallazgo de que los individuos autistas tienen una respuesta pupilar más lenta a la luz apoya este efecto,10 y ésta es una de las poblaciones que se cree que es extra sensible a los fluorescentes. Tal vez esta respuesta pupilar más lenta provoque una mayor “carga” visual al procesar la luz fluorescente, lo que agota los recursos mentales y hace que el individuo sea más propenso a estar agitado, perturbado, ansioso o a autoestimularse en un intento de regular el sistema nervioso bloqueando el entorno externo.
¿Las luces fluorescentes desencadenan comportamientos perturbadores?
Aunque la investigación sobre este tema es escasa, ha habido un puñado de estudios que indican un aumento de los comportamientos repetitivos (en el autismo)11 12 o de la hiperactividad13 cuando los sujetos están expuestos a la luz fluorescente frente a la incandescente. Los tablones de mensajes para padres de niños con tics/Tourette mencionan a menudo que las luces fluorescentes -especialmente las intensas- desencadenan tics. Es importante tener en cuenta que estos estudios analizaron los efectos inmediatos o a corto plazo; sospecho que los efectos a largo plazo, como los que se producen por el exceso de estimulación frente a la pantalla, serían más pronunciados a medida que se acumula la disfunción.
Déjese guiar por el principio de precaución
El principio de precaución o enfoque de precaución establece que si una acción o política se asocia con un presunto riesgo de causar daño al público o al medio ambiente, esa acción puede y debe tomarse para prevenir dicho daño, incluso si el daño aún no está científicamente probado. Especialmente en el caso de los niños, debemos proceder con extrema precaución, ya que los niños tienen vulnerabilidades únicas (por ejemplo, a la radiación ultravioleta), todavía se están desarrollando y pueden no soportar todo el peso de las exposiciones tóxicas durante décadas. Además, a la luz de las crecientes tasas de autismo y otros problemas de salud mental en los niños, todos y cada uno de los cambios ambientales de las últimas décadas deben ser examinados muy de cerca.
El jurado puede no estar seguro de que las lámparas fluorescentes compactas causen o exacerben trastornos o comportamientos neurológicos o psiquiátricos específicos. Pero la evidencia parece bastante sólida de que las CFL y otras luces fluorescentes inducen una respuesta de estrés e impactan negativamente en el sueño, que sabemos que impacta en la regulación emocional, la memoria, las respuestas inmunes apropiadas, el equilibrio hormonal y los mecanismos de reparación.
La luz más saludable es la luz del sol o de las velas, seguida de la incandescente, luego la halógena, luego la LED y luego las CFL. Recomiendo a los padres de niños con problemas psiquiátricos, neurológicos, de aprendizaje o médicos crónicos que cambien todas las CFL de la casa por bombillas incandescentes o halógenas. Es especialmente importante hacerlo en el dormitorio de su hijo y cerca de él. Y como es probable que en el aula de su hijo haya fluorescentes por encima de la cabeza -que añaden horas diarias de exposición-, pida que su hijo pueda sentarse junto a una ventana y que se apaguen algunas de las luces superiores más cercanas a la ventana. Por último, también puede ayudar a sincronizar los ritmos circadianos de su hijo exponiéndolo a la luz natural brillante a primera hora de la mañana, lo que no sólo mejorará el sueño sino que ayudará a amortiguar cualquier efecto nocivo de la luz artificial.
Para obtener más información sobre cómo la luz de los dispositivos electrónicos de pantalla puede causar una desregulación del sistema nervioso, visite www.drdunckley.com/videogames y consulte Reset Your Child’s Brain: A Four Week Plan to End Meltdowns, Raise Grades and Boost Social Skills by Reversing The Effects of Electronic Screen-Time.
*¿Por qué no reducir simplemente el uso del aire acondicionado? ¿Cuántos de nosotros llevamos un suéter a la oficina, incluso en el verano, porque hace mucho frío?
** SCN=núcleos supraquiasmáticos, PVN=núcleos periventriculares, MFB=manto cerebral anterior medial, RF=formación reticular. Hice un gráfico para demostrarlo pero no pude añadirlo: La versión técnica de este fenómeno es que la luz llega a la retina, viaja al SCN que regula los ritmos circadianos y la melatonina. La señal va entonces al PVN, que se proyecta a las vías endocrinas (hormonas, incluido el cortisol) y al sistema nervioso autónomo (equilibrio de lucha o huida frente a descanso y digestión). Desde el PVN, las señales viajan al MFB, que tiene que ver con la emoción y la búsqueda de recompensa, y el RF, que es el centro de excitación que se proyecta “hacia arriba” al cerebro y “hacia abajo” a la médula espinal, desencadenando la tensión muscular en las extremidades.
*** La luz incandescente se emite en una onda suave, simétrica y sinusoidal, mientras que las CFL crean perturbaciones en la electricidad a través del reflujo al transformar la energía para hacerla “eficiente”.
1. Magda Havas, Health Concerns Associated with Energy Efficient Lighting and Their Electromagnetic Emissions, Scietific Committee on Emerging and Newly Indentified Health Risks (SCENIHR), (junio de 2008).
2. Akira Yasukouchi y Keita Ishibashi, “Non-Visual Effects of the Color Temperature of Fluorescent Lamps on Physiological Aspects in Humans” (Efectos no visuales de la temperatura del color de las lámparas fluorescentes en los aspectos fisiológicos de los seres humanos), Journal of Physiological Anthropology and Applied Human Science 24, no. 1 (enero de 2005): 41-43.
3. M. R. Basso, “Neurobiological Relationships Between Ambient Lighting and the Startle Response to Acoustic Stress in Humans” (Relaciones neurobiológicas entre la iluminación ambiental y la respuesta de sobresalto al estrés acústico en los seres humanos), International Journal of Neuroscience 110, no. 3-4 (1 de enero de 2001): 147-57, doi:10.3109/00207450108986542.
4. Tomoaki Kozaki et al., “Effect of Color Temperature of Light Sources on Slow-Wave Sleep,” Journal of Physiological Anthropology and Applied Human Science 24, no. 2 (marzo de 2005): 183-86.
5. Yasukouchi e Ishibashi, “Non-Visual Effects of the Color Temperature of Fluorescent Lamps on Physiological Aspects in Humans” (Efectos no visuales de la temperatura del color de las lámparas fluorescentes en aspectos fisiológicos de los seres humanos).
6. M. S. Mott et al., “Illuminating the Effects of Dynamic Lighting on Student Learning” (Iluminando los efectos de la iluminación dinámica en el aprendizaje de los estudiantes), SAGE Open 2, no. 2 (1 de junio de 2012), doi:10.1177/2158244012445585.
7. Robert A. Baron, MarkS. Rea, y SusanG. Daniels, “Effects of Indoor Lighting (illuminance and Spectral Distribution) on the Performance of Cognitive Tasks and Interpersonal Behaviors: The Potential Mediating Role of Positive Affect”, Motivation and Emotion 16, no. 1 (1 de marzo de 1992): 1-33, doi:10.1007/BF00996485.
8. J. A. Veitch y S. L. McColl, “A Critical Examination of Perceptual and Cognitive Effects Attributed to Full-Spectrum Fluorescent Lighting”, Ergonomics 44, no. 3 (20 de febrero de 2001): 255-79, doi:10.1080/00140130121241.
9. “Parpadeo de la iluminación fluorescente”, Seattle Community Network, consultado el 15 de septiembre de 2014, http://www.scn.org/autistics/fluorescents.html.
10. Xiaofei Fan y otros, “Abnormal Transient Light Reflex in Individuals with Autism Spectrum Disorders”, Journal of Autism and Developmental Disorders 39, nº 11 (noviembre de 2009): 1499-1508, doi:10.1007/s10803-009-0767-7.
11. D. M. Fenton y R. Penney, “The Effects of Fluorescent and Incandescent Lighting on the Repetitive Behaviours of Autistic and Intellectually Handicapped Children” (Efectos de la iluminación fluorescente e incandescente en las conductas repetitivas de niños autistas y discapacitados intelectuales), Journal of Intellectual and Developmental Disability 11, no. 3 (1 de enero de 1985): 137-41, doi:10.3109/13668258508998632.
13. R. S. Colman et al., “The Effects of Fluorescent and Incandescent Illumination upon Repetitive Behaviors in Autistic Children,” Journal of Autism and Childhood Schizophrenia 6, no. 2 (junio de 1976): 157-62.
14. Marylyn Painter, “Fluorescent Lights and Hyperactivity in Children: An Experiment”, Intervention in School and Clinic 12, no. 2 (1 de diciembre de 1976): 181-84, doi:10.1177/105345127601200205.