¿Por qué lloramos cuando somos felices?

¿Te encuentras buscando la caja de pañuelos al final de la mayoría de las comedias románticas, cuando la pareja protagonista por fin se da cuenta de su amor por el otro, se reencuentran y caminan juntos hacia el atardecer? ¿O lloraste cuando un dignatario te entregó por fin tu título universitario durante la convocatoria? ¿Y qué hay de cuando te encuentras con un ser querido después de mucho, mucho tiempo? Si es así, sabes lo que se siente al derramar lágrimas de alegría. Pero, ¿por qué lloramos cuando estamos contentos?

Según el Dr. Jordan Lewis, investigador de psiquiatría de la Facultad de Medicina de Penn State, cuando estamos desbordados por las emociones, nuestro cerebro no siempre puede discernir la diferencia entre las reacciones de felicidad y de tristeza. El hipotálamo, una parte de nuestro cerebro del tamaño de una almendra, simplemente responde a las fuertes señales neuronales de la amígdala, encargada de registrar nuestras reacciones emocionales. Y esta respuesta implica la activación del sistema nervioso parasimpático del cuerpo, que nos ayuda a calmarnos liberando el neurotransmisor acetilcolina que, básicamente, conduce a la producción de lágrimas.

Otra explicación es que el llanto ayuda a la regulación de las emociones extremas. Las investigaciones sugieren que cuando experimentamos emociones tan intensas que se vuelven ingobernables y abrumadoras -incluso si las emociones en cuestión son la alegría, la euforia o la gratitud- lloramos en un intento de liberar inmediatamente estas emociones, y comenzar el proceso de calmarse. Los expertos creen que las lágrimas reflejan sentimientos que no pueden ser expresados, o consumados, a través de otros comportamientos.

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Además, el llanto también puede conducir a sentimientos de empatía, vinculación y conexión social con quienes nos rodean. Llorar nos ayuda a comunicarnos de una manera que el lenguaje no puede, ayudándonos a conectar con los que nos rodean, en ese momento, en nuestra alegría colectiva y llorosa.

Además, cuando lloramos, nuestro cuerpo libera hormonas de la felicidad como las endorfinas, que alejan el dolor y perpetúan el placer. Junto con la liberación de oxitocina, que se sabe que induce una sensación de calma y de unión, estas endorfinas nos empujan inmediatamente a una sensación general de bienestar. Mientras que, por un lado, esto puede magnificar los sentimientos de placer, haciéndonos así más felices, por otro lado, también nos calma, poniéndonos a gusto con nuestra felicidad.

Las lágrimas de alegría, llamadas expresión dimorfa, son similares a la agresividad linda, o al deseo de aplastar, o mordisquear, pequeñas cosas lindas y adorables. Las expresiones dimorfas son la forma que tiene el cerebro de evitar que nos veamos desbordados por una emoción, liberando hormonas que imponen el efecto contrario, y nos permiten alcanzar un equilibrio estabilizando nuestras emociones positivas exacerbadas y neutralizándolas a un nivel más manejable.

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Otra explicación sugiere que los acontecimientos importantes de la vida, como la graduación, o la obtención de un trabajo con el que uno siempre soñó, o la alegría de ver a su hijo por primera vez, que a menudo provocan lágrimas, también están precedidos por períodos prolongados de estrés y trabajo duro que, en última instancia, conducen a estos hitos. Por lo tanto, el llanto actúa como la “catarsis definitiva, o liberación, de este estrés prolongado”.

Así que la próxima vez que te encuentres derramando una o dos lágrimas de absoluta euforia, no te avergüences. Es natural, y es bueno para ti.

¿Ahora eres feliz?

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