¿Por qué tengo cosquillas?

Cuando haces cosquillas en la barriga de un bebé, sueles ser recompensado con una sonrisa y una carcajada. ¿Te has preguntado alguna vez por qué? ¿Qué tienen de divertido las cosquillas?

Si tienes cosquillas, es posible que tus amigos se burlen de ti. Si alguien se acerca a ti moviendo los dedos, puedes empezar a reírte antes de que te toque. Luego, cuando te hacen realmente cosquillas, gritas de risa y te caes al suelo. “¡Vaya si eres sensible!”, podría decir tu amigo.

Tu amigo tiene razón. Eres sensible, y es tu sentido del tacto el que actúa cuando te retuerces y te ríes cuando te hacen cosquillas.

Los seres humanos tienen cinco sentidos: el oído, la vista, el olfato, el gusto y el tacto. Los científicos saben mucho sobre el funcionamiento de estos sentidos, pero no lo saben todo. Por ejemplo, aún quedan algunos misterios por aclarar sobre el sentido del tacto. Uno de ellos es cómo llega el mensaje de las “cosquillas” desde los dedos movedizos de tu amigo hasta tu cerebro.

Cada sentido tiene un órgano que utiliza para hacer llegar los mensajes a tu cerebro. Para oír, usas tus oídos. Para ver, usas tus ojos. La nariz y la boca envían mensajes de olor y sabor al cerebro. Y para sentir el tacto utilizas la piel.

En tu piel, o justo debajo de ella, hay pequeños grupos de células llamados receptores. Se llaman receptores porque reciben mensajes. Tu cuerpo contiene una enorme red de diferentes tipos de receptores. Algunos de ellos pueden percibir la temperatura. Otros sienten la presión. Otros sienten el dolor.

Digamos que te acabas de despertar por la mañana. Su cabeza está acunada por una almohada de plumas y, al darse la vuelta, una de las plumas sale de un agujero de la costura y se posa en su cara. Un receptor de la piel envía una señal al cerebro sobre la pluma. ¿El mensaje? “Suave”.

A continuación, tu madre te llama para que te muevas o llegarás tarde al colegio. Te asomas a la ventana y ves el gris día de invierno que hay fuera. Vuelves a subirte las mantas sobre los hombros y te acurrucas. En toda tu piel, los receptores captan un mensaje. Dice “calor”. Pero tienes que ir al colegio, así que sales de la cama y pones los pies descalzos en el suelo. Dos mensajes más llegan a tu cerebro. Dicen “frío” y “duro”. Entonces, mientras te diriges al baño, te clavas una astilla en el pie. ¿El mensaje esta vez? “Dolor”.

En la mesa del desayuno, tu hermano se inclina y te hace cosquillas bajo el brazo. “Sonríe”, te dice. No puedes evitarlo. Tienes cosquillas y te ríes.

El receptor que envió ese mensaje de “cosquillas” a tu cerebro es de un tipo especial. Las terminaciones nerviosas que perciben las cosquillas y los picores se llaman terminaciones nerviosas “libres”. Hay muchas terminaciones nerviosas libres en el cuerpo, y los investigadores siguen tratando de averiguar qué papel desempeñan exactamente en el sentido del tacto. (Algunos de los otros tipos de receptores que tienes reciben el nombre de los científicos que los descubrieron. Algunos receptores de presión se llaman terminaciones de Ruffini y discos de Merkel. Quizá si te conviertes en científico y estudias las cosquillas, algún día habrá un receptor que lleve tu nombre.)

Algunos receptores del tacto son extremadamente sensibles. Pueden sentir el movimiento de los finos pelos de tu antebrazo, por ejemplo. Pueden sentir un toque tan breve que sólo dura una décima de segundo, o pueden sentir un contacto más largo y fuerte, como un gran abrazo de oso. Los receptores de dolor sensibles envían señales tan rápidas que le hacen apartar la mano de una estufa caliente incluso antes de saber que la ha tocado.

Los científicos solían pensar que la reacción de “cosquilleo” estaba causada por una actividad leve alrededor de los receptores de dolor. Pero estudios recientes demuestran que la sensación de cosquilleo proviene de las terminaciones nerviosas de las capas más externas de la piel. Cuando estas terminaciones nerviosas se irritan, provocan esa conocida reacción de risa y contoneo, en algunas personas. Otras personas no sienten ninguna cosquilla.

Para llegar al cerebro, las señales del tacto viajan por una red de nervios. Las señales viajan en forma de pequeñas ráfagas de electricidad. Una sección especial de tu cerebro las traduce en información como “cosquillas” o “palmaditas” o “suave” o “helado”. Esta es una parte muy importante de tu cerebro. Al fin y al cabo, tu sentido del tacto influye en tu seguridad al mantenerte alejado de las cosas que te hacen daño. Le permite experimentar sensaciones agradables, como el resplandor de un fuego cálido o la suavidad del pelaje de un gatito.

Aún más importante, su sentido del tacto le permite experimentar el contacto humano, como los abrazos. Si nos tocan y abrazan mucho cuando somos bebés y niños, eso nos ayuda a convertirnos en personas confiadas, seguras y cariñosas cuando crecemos.

Así que la próxima vez que estés cerca de un bebé o de un niño pequeño, hazle unas suaves cosquillas y luego abrázalo. De este modo, ejercitarás varios tipos de receptores del tacto. Consejos para padres

A estas alturas, la función vital del tacto forma parte de la sabiduría convencional de la crianza de niños pequeños y bebés. Pero, ¿qué pasa con su hijo en edad escolar? Una investigación realizada en la Universidad de California en San Francisco sugiere que el afecto físico sigue siendo un factor de desarrollo saludable. Un estudio realizado entre niños de 8 a 10 años por Sandra Weiss, decana asociada de la Escuela de Enfermería de la Universidad de California en San Francisco, mostró una correlación entre el afecto físico de madres y padres y el desarrollo de una imagen corporal positiva. Weiss recomienda que los juegos bruscos y el afecto frecuente y fácil sean formas de hacer que sus hijos se sientan queridos durante esta difícil etapa de desarrollo.

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