“Cuando es algo ligero y divertido, puede ayudar a la gente a sentir que pertenece, porque comparten relaciones, tienen experiencias compartidas y a menudo valores compartidos”, dice la psicóloga clínica Aimee Daramus, PsyD. Esto explica por qué es tan satisfactorio hablar con un colega sobre otros dos compañeros de trabajo con los que probablemente -y sin duda- se está saliendo, aunque no se tenga ninguna conexión personal con ninguno de los implicados. El acto nos permite formar recuerdos (incluso si son micro en términos de profundidad e importancia) con quien estamos compartiendo el chisme, que a su vez, fomenta un sentido de pertenencia.
Lo que el chisme es principalmente, sin embargo, es el aprendizaje cultural, algo que ayuda a dar forma a lo que el comportamiento que consideramos aceptable o inaceptable. Tal vez por eso un estudio de 2011 descubrió que nuestros cerebros tienden a centrarse en aquellos que hacen cosas problemáticas. Para el experimento, los participantes miraron la cara de alguien que no conocían y luego se enteraron de un chisme sobre ellos. Lo que descubrieron los investigadores es que los participantes se centraron durante más tiempo en los rostros de las personas que hacían cosas malas, pero no en los que simplemente les ocurrían cosas malas. En este sentido, los cotilleos se convierten en una herramienta que nos ayuda a filtrar a quiénes debemos hacernos amigos y a quiénes debemos evitar, sin tener que hacer el trabajo de descubrir lo que realmente piensas. (Y, um, deberías intentar seguir haciendo ese trabajo de piernas si es posible).
“Cuando los cotilleos son ligeros y divertidos, pueden ayudar a la gente a sentir que pertenecen, porque comparten relaciones, tienen experiencias compartidas y, a menudo, valores compartidos”. -Psicóloga clínica Aimee Daramus, PsyD
Las implicaciones aquí no son necesariamente malas -pero pueden serlo. “Los cotilleos pueden ayudar a imponer las normas sociales, tanto para bien como para mal”, dice la doctora Daramus. “Si sabemos que se va a hablar de nosotros, podríamos controlar un poco más nuestro comportamiento. Esto puede ayudar a prevenir problemas. Pero si se lleva demasiado lejos, puede ser deshumanizante”. Eso es porque si estás en el centro de algo negativo -y en algún momento, seguramente lo estarás- tu dura ruptura se convierte en la emocionante noticia de otra persona. Cometes un pequeño error y, de alguna manera, todo el mundo no sólo lo sabe, sino que disfruta enfermizamente dándole nueva vida al hablar continuamente de ello. Pronto, es fácil que todas las personas implicadas -los cotillas y la fuente de los cotilleos- olviden que ninguno de los intercambios ofrece una imagen completa de lo que la persona está atravesando.
Desgraciadamente, es difícil dejar de lado la cháchara ociosa (y a menudo perjudicial). “A la gente le preocupan las consecuencias de no estar de acuerdo con el grupo”, dice Daramus. “Los cotilleos pueden unir a la gente, pero donde hay un grupo interno, hay alguien que queda fuera. Los cotilleos pueden ser una forma de hacer saber a la gente quién no está dentro”
A saber, el lado luminoso de los cotilleos puede unir a la gente. El lado oscuro del chisme puede cortar a la gente con precisión de cuchillo. Pero la razón psicológica por la que nos dedicamos a ello es para reforzar nuestros propios valores culturales… que, en gran medida, acaban siendo neutrales.
¿Te has enterado? Estos son los mayores chismosos del zodiaco (mirándote a ti, Géminis). Y aquí tienes la lectura de un experto en nostalgia sobre por qué recordar en grupo puede ser un buen unificador.