La definición técnica
El secuestro de la amígdala es una respuesta emocional inmediata y abrumadora con una comprensión posterior de que la respuesta fue inapropiadamente fuerte dado el desencadenante. Daniel Goleman acuñó el término basándose en el trabajo del neurocientífico Joseph LeDoux, que demostró que parte de la información emocional viaja directamente del tálamo a la amígdala sin involucrar al neocórtex, o regiones cerebrales superiores. Esto provoca una fuerte respuesta emocional que precede al pensamiento más racional.
¿Qué significa eso?
El secuestro de la amígdala equivale básicamente a “asustarse” o reaccionar de forma exagerada ante un acontecimiento de tu vida.
Imagina que has estado de compras todo el día con tu hijo de 9 años. Al final del viaje, decides ir al supermercado. Mientras caminan por la sección de productos agrícolas, su hijo dice “¡Oye, mira lo que puedo hacer!” y comienza a hacer malabares con tres manzanas. Mientras veis cómo las manzanas caen al suelo, os encontráis gritando y haciéndole salir por la puerta.
En el viaje de vuelta a casa, os dais cuenta de que vuestro hijo simplemente estaba intentando demostrar sus nuevas habilidades como malabarista y que vuestra respuesta airada fue injustificada o, al menos, desproporcionada para la situación. Se arrepiente de su respuesta precipitada y se disculpa por haber reaccionado tan mal, al tiempo que le reitera que no puede hacer malabares con productos de la tienda en el futuro. La pregunta es, ¿por qué te “asustaste” en primer lugar? Tuviste un secuestro de la amígdala.
En circunstancias normales, procesas la información a través de tu neocórtex o “cerebro pensante” donde se produce la lógica. El neocórtex entonces dirige la información a la amígdala, un pequeño órgano que se encuentra en el centro de su “cerebro emocional”. En ocasiones, se produce un cortocircuito por el que el “cerebro pensante” se salta y las señales se envían directamente al “cerebro emocional”. Cuando esto ocurre, se produce una respuesta emocional inmediata y abrumadora, desproporcionada con respecto al acontecimiento original. La información se transmite posteriormente a las regiones cerebrales superiores que llevan a cabo procesos de lógica y toma de decisiones, lo que hace que te des cuenta de lo inapropiado de tu respuesta emocional original.
¿Por qué ocurre esto? Hace cientos de miles de años, este tipo de respuesta emocional inmediata tenía un propósito. Imagina que estás recogiendo comida para tu familia. Por el camino, te encuentras cara a cara con una voraz criatura de cuatro patas que también está buscando un tentempié. En esta situación, tu cerebro no perdería tiempo en pensar racionalmente. Gracias al secuestro de la amígdala, te lanzarías a una respuesta de huida o lucha y, con suerte, sobrevivirías para contarlo.
En la vida moderna, por supuesto, es poco probable que nos encontremos con bestias voraces y sedientas de sangre. Sin embargo, es casi seguro que nos encontremos con conductores que nos cortan el paso, colegas irrespetuosos, niños que se portan mal y un sinfín de situaciones que pueden muy bien conducir al ocasional secuestro de la amígdala.
¿Cómo utilizo esto en mi vida?
El secuestro de la amígdala puede hacer que te arrepientas de tu abrumadora respuesta emocional a una situación. Conocer el secuestro de la amígdala le permite prevenirlo permaneciendo consciente de sus emociones durante los acontecimientos potencialmente desencadenantes. Por ejemplo, si su hija derrama un recipiente de zumo sobre el suelo de la cocina recién fregado, piense detenidamente en el estímulo que está desencadenando su respuesta de ira. Reconocer que la acción de su hija fue un error del que probablemente se sienta arrepentida evita que usted responda con una frustración abrumadora.
Otra forma de evitar el secuestro de la amígdala es utilizar la regla de los 6 segundos. Esperar sólo seis segundos hace que las sustancias químicas del cerebro que provocan el secuestro de la amígdala se disipen. Respirar profundamente o concentrarse en una imagen agradable ayuda a evitar que la amígdala tome el control y provoque una reacción emocional.
Con el tiempo, puede cambiar la forma en que su cerebro responde a los desencadenantes emocionales, evitando la respuesta de secuestro de la amígdala. Para recablear su cerebro de esta manera, piense detenidamente en la situación desencadenante después de domar su reacción emocional. Identifica el desencadenante y determina una respuesta más adecuada para la próxima vez. Su amígdala aprende de las experiencias pasadas, lo que le permite cambiar la forma de reaccionar ante una situación similar en el futuro.