Los huevos proceden de gallinas criadas específicamente para poner huevos, pero los pollos que se crían para carne se llaman “pollos de engorde”. Estos pollos suelen ser blancos y se crían específicamente para que tengan una salud y un tamaño óptimos y así obtener un producto de calidad para el consumidor.
Los pollos de engorde se crían en estructuras grandes y abiertas llamadas gallineros, donde deambulan, exploran, comen y se relacionan con otros pollos. Algunos (incluidos los pollos camperos) tienen un acceso variable al exterior, según las preferencias del granjero. Los pollos de engorde llegan a la granja al mismo tiempo, procedentes de la misma incubadora, para mantener la bioseguridad en la granja.
Muchos pollos de engorde típicos tienen las plumas blancas y la piel amarillenta. La mayoría de los pollos de engorde comerciales alcanzan el peso de sacrificio entre las cuatro y las siete semanas de edad, aunque las razas de crecimiento más lento alcanzan el peso de sacrificio aproximadamente a las 14 semanas de edad. Como los pollos de carne son tan jóvenes en el momento del sacrificio (unos 500 g), su comportamiento y fisiología son los de un ave inmadura. Debido a la amplia selección de la cría para un rápido crecimiento temprano y a la cría utilizada para mantenerlo, los pollos de engorde son susceptibles de sufrir varios problemas de bienestar, en particular malformaciones y disfunciones del esqueleto, lesiones cutáneas y oculares y afecciones cardíacas congestivas.
La gestión de la ventilación, el alojamiento, la densidad de población y los procedimientos internos deben evaluarse regularmente para favorecer el bienestar de la manada. Los reproductores (pollos de engorde) crecen hasta la madurez y más allá, pero también tienen problemas de bienestar relacionados con la frustración de una alta motivación alimenticia y el recorte del pico. Los pollos de engorde suelen criarse en manadas mixtas en grandes naves en condiciones intensivas.