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Sólo una cosa es necesaria a los ojos de Dios para que nos convirtamos en cristianos, y es nuestra fe y confianza personal en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. La Biblia dice: “Si declaras con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).

Sin embargo, no me malinterpretes; Dios no quiere que nos quedemos quietos en nuestra fe. Por el contrario, la voluntad de Dios es que nos fortalezcamos en nuestra fe, y una de las formas más importantes en que esto sucede es a través de nuestra comunión con otros creyentes. Si permanecemos aislados, nunca escucharemos la predicación y enseñanza de la Palabra de Dios, y nunca tendremos oportunidades de servir a otros en el nombre de Cristo. No es de extrañar que la Biblia nos diga que “consideremos cómo podemos estimularnos unos a otros hacia el amor y las buenas obras, sin dejar de reunirnos… sino animándonos unos a otros” (Hebreos 10:24-25).

Ninguna iglesia es perfecta, por supuesto, y lamento que haya tenido una mala experiencia en la iglesia de su infancia. Pero no asuma que todas las iglesias son así, pues no lo son. Comience por asegurarse de su compromiso personal con Jesucristo; si nunca se ha entregado a Él, invítelo a entrar en su vida hoy mismo.

Luego pídale que le dé el deseo de crecer en su fe, y luego que lo guíe a una iglesia que sea adecuada para usted. Recuerde: Dios está aún más preocupado que tú por tu crecimiento espiritual.

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