El presidente colombiano Juan Manuel Santos, que apostó su legado a terminar una guerra de cinco décadas con los rebeldes marxistas, deja su cargo la próxima semana satisfecho por haber supervisado un acuerdo de paz histórico pero frustrado por no haber podido hacer más para unir a la nación y reducir la desigualdad.
Alabado internacionalmente por negociar la paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Santos ha sido criticado por muchos colombianos que dicen que se vendió a los rebeldes a cambio de un Premio Nobel de la Paz y que hizo al país más peligroso.
Pero Santos, de 66 años, dice que duerme tranquilo por las noches, orgulloso de haber silenciado las armas de las FARC y de haber iniciado las negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el grupo rebelde que queda en Colombia.
“Ahora tengo más canas y soy abuelo, pero estoy tranquilo y muy satisfecho con los resultados”, dijo a Reuters el dos veces presidente Santos antes de su relevo por el derechista Iván Duque el 7 de agosto.
“Políticamente me siento un poco frustrado, me hubiera gustado dejar el país más unido. Créanme que lo intenté, pero no fue posible”.
Siendo el vástago de una de las familias más prósperas de Colombia, no se esperaba que Santos encabezara un proceso de paz con las FARC, que se enfrentaron a una docena de gobiernos durante un conflicto que mató a más de 220.000 personas y desplazó a millones.
Ha sido uno de los ministros de Defensa más duros del país bajo el mandato del ex presidente Álvaro Uribe, asestando algunos de los golpes más duros contra el grupo y empujándolo hacia el desierto antes de llevarlo a la mesa de negociaciones.
Su decisión tomó a Uribe por sorpresa y lo convirtió en un enemigo acérrimo que acusó a su antiguo protegido de traicionar a las víctimas de las FARC y de no encarcelar a los criminales de guerra. Uribe acusa al acuerdo con las FARC de abrir el camino para que se establezcan nuevas bandas criminales.
Los otrora aliados pasaron años en disputas públicas que enfrentaron al poderoso Uribe y a su partido con el proceso de paz, y que casi lo paralizaron por completo cuando Santos convocó un referéndum sobre el acuerdo final.
El fracaso de la votación se convirtió en la mayor crisis y conmoción política de Santos.
“Eso fue un balde de agua fría que nos afectó a todos”, dijo el ex periodista, que impulsó un acuerdo renegociado en el Congreso en 2016.
Duque, también tutelado por Uribe, ha prometido hacer cambios en los acuerdos de paz para encarcelar a los ex comandantes de las FARC que cometieron delitos.
Pero Santos dijo que será casi imposible cambiar los acuerdos, que han sido avalados por la comunidad internacional y ampliamente respaldados por la corte constitucional.
“La paz no se puede cambiar por muchas razones y por razones éticas y morales: nadie quiere volver atrás”, dijo Santos, que superó un cáncer de próstata durante su mandato.
Aunque la paz es la parte más duradera de su legado presidencial, Santos también supervisó la caída del desempleo y la disminución de la pobreza.
“Fuimos el país de América Latina que más redujo la desigualdad, pero, aun así, la desigualdad aquí es vergonzosa”, dijo.
Santos también cambió la distribución de las regalías petroleras y mineras e hizo posible la devolución de las tierras incautadas por paramilitares y rebeldes de derecha.
Pero su tiempo en el cargo también ha estado marcado por las acusaciones de corrupción, y se vio obligado a pedir disculpas tras las revelaciones de que sus campañas de 2010 y 2014 recibieron fondos de la desprestigiada empresa constructora brasileña Odebrecht.
Santos planea retirarse completamente de la política, escribir un libro y utilizar su Premio Nobel para viajar por el mundo en giras de conferencias ensalzando la paz.
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