En el cuarto día de nuestra caminata nos levantamos temprano para subir los 1200 escalones de piedra. El dosel nos envolvió, bloqueando la luz del sol mientras subíamos a las plataformas rituales de piedra y hierba. La montaña se despertó con movimiento y música. El aire bullía de vitalidad. Incluso los mosquitos y los mosquitos sintieron la inspiración y se lanzaron sobre nosotros con un vigor y una determinación sin precedentes.
Al subir los escalones llegamos al asentamiento inicial, que consistía en varios círculos grandes de hierba con límites bajos de piedra. Entre los montículos crecían imponentes árboles de madera dura. Selso nos reunió y, en tono reverencial, nos contó la historia de este misterioso lugar. Los tairona abandonaron el lugar cuando los españoles llegaron al norte de Colombia. Los invasores fundaron la ciudad de Santa Marta en 1525 y se dedicaron a matar a los indígenas de la zona. Los tairona volvieron a desaparecer en la selva, adentrándose en las montañas.
Al lado de donde se encontraba Selso, un mapa en forma de lápida señalaba la Ciudad Perdida junto a Machu Picchu -esa otra ciudad abandonada y perdida durante tanto tiempo- y las demás ciudades importantes de la época.
Poco a poco fuimos recorriendo las ruinas. Los colores progresaban de esmeralda a chartreuse, siguiendo los pasillos de piedra que entraban y salían del dosel. La selva envolvía los huesos de lo hecho por el hombre que por todas partes sobresalían por debajo.
Y entonces estábamos allí, frente a las gigantescas plataformas en terrazas que subían lentamente una sobre otra -anillos concéntricos que disminuían su circunferencia, uno tras otro. Al oeste podía ver la cascada y al este se alzaban las montañas sagradas, todavía envueltas en sus halos de niebla. Selso nos dijo que habían elegido este lugar, enclavado entre cascadas que el Tairona desviaba, por la dualidad de los ríos. ¿Cómo habían tallado estas magníficas plataformas? Nos situamos en la más alta y miramos a las demás. Me imaginé cómo debía ser vivir en un lugar así.
Comenzamos a bajar, inspeccionando el avanzado sistema de canales que llevaba el agua del río directamente a la ciudad. Los sapos gigantes nos cantaban. A nuestra derecha, Selso vio una cría de serpiente -la temida víbora Fer-de-Lance- pero, asustada, se escabulló rápidamente hacia la maleza.
A las 11.00 am nos dirigíamos de vuelta al Campamento Paraíso y, después de un rápido almuerzo, comenzamos el descenso al Campamento Dos. Caminamos en silencio – cada uno de nosotros se sentía agotado en cuerpo y mente. A las 16.00 me empezó a doler la rodilla izquierda mientras descendíamos en picado hasta el nivel del mar. Selso me cortó un bastón, pero me quedé muy atrás del resto del grupo, poniendo toda la energía que me quedaba para seguir adelante, un paso tras otro. Estaba cerca de mi punto de ruptura cuando otro grupo del sendero nos alcanzó. Una pareja de ancianos, jóvenes y activos, se acercó para adelantarme. La mujer iba a toda velocidad con sus bastones de trekking y se ofreció a cambiarlos. Estoy bien, de verdad”. dije, forzando una sonrisa. Me miró con una sonrisa cómplice y dejó que pagara mi orgullo, pasando por delante de mí y continuando hasta perderse de vista.
Llegué al campamento al anochecer y me metí en mi hamaca. A la mañana siguiente tendríamos una ligera caminata de tres horas de vuelta a la modernidad. Fue una realidad agridulce. Perdido en la Sierra Nevada, caminando hacia el pasado congelado por el tiempo, me sentí un poco como un explorador itinerante de antaño, partiendo hacia el más allá del palpitante pero silencioso amanecer, sabiendo que justo alrededor de la siguiente curva, ahogada en la maleza verde, aguardaban más ciudades perdidas.
CONSEJO
– Lleve un buen calzado de senderismo impermeable, o compre botas de lluvia de plástico en el mercado público de Santa Marta. Durante la temporada de lluvias, a veces tendrá que caminar a través de barro, arroyos y ríos vadeando.
– Todas las excursiones se realizan en español, así que si no hablas el idioma pide que te incluyan en un grupo con alguien que sí lo hable.
– Lleve poco equipaje, hay varias subidas vertiginosas y el sol será implacable.
LISTA DE EQUIPO
– Uno o dos trajes de baño (mejor para la caminata debido a las oportunidades de nadar a diario.)
– Un buen sombrero
– Varios pares de buenos calcetines
– Una camiseta que absorba la humedad o una camiseta deportiva
– Un suéter ligero o una camiseta de manga larga para dormir (la temperatura baja bastante por la noche.)
– Pantalones deportivos (para dormir y tener algo para cambiarse y usar en el campamento.)
– Un chubasquero ligero
– Repelente de insectos
– Linterna frontal (a veces puede que te encuentres caminando en la oscuridad)
– Protector solar
– Dos botellas de agua rellenables (Cada campamento tiene purificadores de agua)
– Una toalla pequeña
*Opcional
– Prismáticos ligeros ya que habrá muchas oportunidades de observar aves.
– Bastones de trekking. El camino puede ser resbaladizo a veces, por lo que si no son los excursionistas más confiados, estos harán sin duda que su caminata sea una experiencia más agradable.
Los ensayos de Geoff Bendeck han aparecido en el New York Times, Men’s Journal, Paris Review Daily, Electric Literature, Litro UK y Washingtonian Magazine, entre otros.
Página web: geoffreybendeck.contently.com // Twitter: @geoffbendeck // Instagram: geoff_bendeck
Nick Bookelaar es un fotógrafo de arquitectura de Eindhoven, los
Países Bajos. Debido principalmente a su curiosidad, sentido de la aventura y
creatividad, él y su cámara se ven envueltos en todo tipo de travesuras.
Disfruta de una buena risa, de gente agradable y de lugares interesantes.
Sitio web: ickbookelaar.nl // instagram @bookelaar