Teoría de los roles: Fundamentos, extensiones y aplicaciones

La teoría del rol proporciona elementos conceptuales y relaciones dinámicas a través de las ciencias sociales. De hecho, la noción de rol se ha convertido en una especie de “metaconstrucción” que se ha adaptado al enfoque académico y a las predilecciones metodológicas de campos como la sociología, la psicología, la antropología y la gestión, por nombrar sólo algunos. Esta aplicación tan amplia, aunque da testimonio de la importancia de los constructos de rol en la teoría social, ha dado lugar a cierta confusión conceptual, imprecisión formulista e interpretaciones muy divergentes. Sin embargo, sigue habiendo un gran consenso sobre la naturaleza integral de los roles en el funcionamiento de los sistemas sociales y en el comportamiento de los individuos.

Fundamentalmente, los roles son patrones de comportamiento organizados y expectativas que asisten a una posición determinada (jerárquica, funcional o social) o que acompañan a una situación específica. Es decir, los roles encapsulan e invocan el repertorio aceptado de conducta individual asociado a una posición específica o a una circunstancia existente. De este modo, los roles proporcionan directrices, prescripciones o límites de comportamiento en forma de expectativas. Estas expectativas pueden asignarse formalmente y declararse explícitamente -como en el caso de las descripciones de puestos de trabajo- o asumirse informalmente y de forma tácita -como en el caso de quien desempeña el papel de “facilitador” en una camarilla de amigos-. Además, al evocar expectativas de comportamiento, los roles afectan a la forma en que los individuos enmarcan, interpretan y procesan cognitivamente los estímulos físicos o sociales y, por tanto, condicionan aún más las respuestas emocionales. Existe cierta controversia en cuanto a si los individuos son plenamente conscientes de los roles que desempeñan, pero esto es incidental a la suposición subyacente de que los roles influyen en el comportamiento, y por lo tanto son poderosos predictores de la acción individual y la clave para la comprensión de los sistemas sociales.

Este ensayo no pretende proporcionar una revisión exhaustiva de la teoría de los roles ni proponer nuevas formulaciones teóricas. Más bien, este ensayo ofrecerá un marco para organizar la teoría de los roles que gira en torno a los niveles de análisis y al fenómeno particular en el que se centra.

Hay dos niveles primarios de análisis relevantes para la teoría de los roles. El primero hace hincapié en cómo los roles operan dentro y a través de los sistemas sociales, como las sociedades o los grupos. El segundo nivel se ocupa de cómo los roles influyen, o son influidos, por los individuos que los habitan. Se trata esencialmente de una distinción clásica entre macro y micro, siendo la primera característica de la investigación sociológica y antropológica, y la segunda de la investigación psicológica y de gestión (aunque, por supuesto, hay algunos cruces). El fenómeno del enfoque se refiere al objeto particular de la investigación dentro de cada nivel de análisis. Por ejemplo, un investigador de la tradición de los sistemas sociales puede centrarse en las naciones, la herencia étnica o la cohesión del grupo, mientras que un investigador de la tradición individual puede centrarse en las autoconcepciones, las cogniciones o el conflicto. Los fenómenos en los que se centra varían mucho dentro de cada nivel de análisis, y se discuten en los subtítulos.

SISTEMAS SOCIALES

El supuesto subyacente de la teoría de los roles en el nivel más amplio es que los sistemas sociales -particularmente las sociedades, las culturas, las organizaciones, los grupos y las familias- están organizados y funcionan a través de roles. Por lo tanto, los roles funcionan dinámicamente para estructurar la interacción de los participantes con el fin de mantener, defender, alterar, innovar o promover el propósito de los sistemas sociales. De este modo, los roles se convierten en el vínculo principal entre el sistema social y el individuo, y están diseñados para comunicar las expectativas del interés general al actor particular. Los roles, por tanto, pueden verse como mecanismos indispensables que encarnan los valores del sistema social.

Sociedades y estancamiento. Uno de los primeros usos de la teoría de los roles en las ciencias sociales implicaba la propuesta de que las sociedades, al igual que los organismos, tienen partes diferenciadas que funcionan de forma interdependiente para permitir el funcionamiento del conjunto. En una sociedad determinada, esas partes incluirían instituciones como el Estado o la Iglesia, cada una de las cuales cumple con obligaciones definidas que reflejan las prioridades de esa sociedad. Sin embargo, las instituciones en sí mismas no ejecutan la función. Para cumplir sus propósitos, las instituciones transmiten esa responsabilidad a los individuos a través de la socialización y la inculcación, quienes a su vez son responsables de promulgarlas. De ahí que los roles se conviertan en el principal constructo teórico para explicar la estabilidad social. Es decir, los roles funcionan de manera que favorecen el orden y la estabilidad social. El término “función” es importante en este caso, ya que el funcionalismo fue el nombre dado a la principal escuela de pensamiento de la época (Parsons 1951).

La principal preocupación del funcionalismo era cómo las sociedades decidían, diseñaban, comunicaban y aplicaban los roles. Esta preocupación abrió una serie de cuestiones que han ocupado a la teoría sociológica de los roles, tales como: qué partes designan un rol, la justificación del privilegio o estatus asignado a determinados roles, los mecanismos por los que el sistema social inculca los roles, y cómo garantizar que un rol se promulgue fielmente (véase Biddle 1986).

Cultura y cambio. La teoría de los roles se ha introducido en el estudio de las culturas principalmente a través de la antropología. Aquí, el sabor dramático y teatral de los roles se pone claramente de manifiesto. La idea básica es que todas las culturas tienen formas de rituales, ceremonias y espectáculos que engloban roles sociales simbólicos que, a su vez, desempeñan funciones sociales cruciales. A diferencia de los sociólogos, que consideran que esas instituciones y sus roles prescritos mantienen la inmovilidad y el orden, los antropólogos, en particular Victor Turner (1986), sostienen que el propósito de ese drama social es el cambio. En concreto, Turner sostiene que, siempre que los individuos actúan de acuerdo con los guiones sociales (es decir, los roles), existe la posibilidad de la “liminalidad”: un alojamiento en el tiempo y las circunstancias en el que los individuos se apartan de los patrones proscritos e inician otros nuevos. La idea misma de los roles es desencadenar o generar novedad y creatividad al salirse de lo esperado, y así aportar un nuevo significado a la dinámica representada en el drama social. Es la tensión entre las normas y las expectativas y la estabilidad que implican, frente a la necesidad de cambio para la supervivencia, lo que anima la alteración de los roles, que se considera el motor del desarrollo cultural.

Organizaciones y rendimiento. Mientras que el énfasis se pone en la estabilidad o el cambio cuando las sociedades o las culturas son el fenómeno en cuestión, cuando las organizaciones son el centro de atención, el énfasis se pone directamente en el rendimiento (normalmente operacionalizado como productividad, o la diferencia entre entradas y salidas, o costes y beneficios). La teoría de los roles se introduce en la gestión a nivel macro con la investigación sobre el diseño organizativo. La principal preocupación es la forma adecuada de organizar una organización para obtener un rendimiento óptimo, lo que constituye una estructura a través de la cual se gestiona la organización. Los principios que intervienen en el diseño organizativo son la diferenciación, la integración, la centralización, la complejidad y la formalización. Pero un elemento clave en la erección de una estructura es la designación formal de los papeles que se asignan a los actores de la organización para que los desempeñen (véase Hall 1991).

Los papeles que los individuos asumen en las organizaciones se asignan normalmente en función de los conocimientos y la experiencia previa. Es decir, un individuo está específicamente capacitado o tiene los antecedentes para ejecutar las tareas pertinentes; está preparado para desempeñar un papel. Pero más allá de poseer las habilidades requeridas, los roles organizativos están diseñados para colocar a los individuos en la estructura particular de la organización. Esto se consigue principalmente a través de dos mecanismos formales y uno informal. El primero es la descripción del puesto, que es una documentación detallada de todas las funciones y responsabilidades. La descripción del puesto, por tanto, plantea eficazmente las expectativas y establece estrictos límites de comportamiento. El segundo es la relación de subordinación, que describe el orden jerárquico de la organización y, por tanto, dicta los canales de aprobación y comunicación. El tercer mecanismo, informal, por el que se guía la conducta individual es la cultura organizativa. En este caso, la cultura se refiere al clima de la organización, así como a sus costumbres y tradiciones tácitas.

Desde el punto de vista de la investigación en diseño organizativo, la cuestión es la relación entre estructura y rendimiento. Por ejemplo, en los sectores en los que hay un alto índice de cambio, las investigaciones sugieren que las estructuras más flexibles, con menos especificaciones para las descripciones de los puestos de trabajo y con canales de comunicación más abiertos, tienden a rendir más. Basta con decir que en ningún lugar se comunican, supervisan y controlan los roles de manera más formal que en la gestión del rendimiento de la empresa.

Grupos y funcionalidad. Otra área de investigación en la que los conceptos de función desempeñan un papel importante son los grupos. Definidos como dos o más individuos interdependientes que se han reunido para lograr un objetivo, los grupos pueden incluir equipos de trabajo formales, camarillas de amigos e incluso familias (aunque las relaciones familiares se tratan a menudo como un campo de investigación independiente). Los elementos conceptuales de la investigación de grupos no son fundamentalmente diferentes de los que intervienen en el estudio de sociedades, culturas u organizaciones. Es decir, para lograr su propósito -ya sea completar una tarea asignada por la organización o la camaradería- los miembros del grupo deben funcionar de manera complementaria. Ese funcionamiento, entonces, se organiza típicamente en torno a los roles que se asignan o asumen los miembros.

Los conceptos de rol que se emplean con más frecuencia en la investigación de grupos son la identidad de rol (las actitudes y comportamientos consistentes con un rol), la percepción de rol (la visión de un individuo sobre cómo comportarse en una situación determinada), las expectativas de rol (las creencias de otros sobre cómo se debe actuar en una situación determinada) y el conflicto de rol (la contradicción de las expectativas de dos roles). Estos conceptos se utilizan entonces para predecir diversas dinámicas de grupo -como la conformidad, las relaciones de estatus y la cohesión- y resultados -como el rendimiento, la satisfacción, la creatividad y la eficiencia- (para una revisión, véase Goodman et al. 1987).

INDIVIDUOS

Ya sea que se examinen sociedades, culturas, organizaciones o grupos, los roles los promulgan los individuos. El término “representado” es importante aquí, ya que desmiente las raíces teatrales y dramatúrgicas de la teoría de los roles (Simmel 1920). Moreno (1934), por ejemplo, destacó la importancia del juego de roles como un acto natural de los niños para aprender sobre sí mismos y su mundo, y una ayuda importante para la educación y la terapia. Quizá la propuesta más memorable sea el poderoso análisis teatral de Goffman (1959). La premisa básica de Goffman, no muy diferente a la de “todo el mundo es un escenario” de Shakespeare, es que todo el comportamiento humano es actuado, teniendo en cuenta la naturaleza o el tipo de público. Aunque varían en el grado de sus compromisos teóricos, estos pensadores subrayan el lugar central que ocupa la metáfora de la actuación en el escenario en la teoría de los roles, especialmente como ayuda explicativa e ilustrativa para entender el comportamiento individual.

Identidad e interacción. No hay duda de que la identidad individual -la autoconcepción y la personalidad del individuo- se ve afectada por la sociedad en la que viven los individuos, la familia en la que nacen, la comunidad en la que se han criado y las personas con las que se relacionan. La identidad es sin duda una interacción compleja y entretejida de la persona y su situación. Y que los roles ejercen una fuerte influencia en la identidad individual es igualmente obvio en las descripciones que los individuos hacen de sí mismos, que invariablemente implican roles (por ejemplo, hija, marido, estudiante, abogado). Los individuos, por tanto, muestran una marcada propensión a entenderse a sí mismos a través de los roles que han asumido.

El estudio de los roles en la formación de la identidad fue impulsado en gran medida por una escuela de pensamiento conocida como interaccionismo simbólico. Según esta perspectiva, la identidad evoluciona a través del proceso dinámico de una sociedad que se comunica. Aquí, la sociedad no es una estructura estática que dicta los roles y, por tanto, la identidad. Por el contrario, se construye a través de una interacción fuerte en la comunicación simbólica. Por lo tanto, la sociedad se forma y reforma continuamente a través de la influencia recíproca de los individuos que tienen en cuenta las características de los demás y los significados simbólicos que surgen a medida que interactúan. En consecuencia, ni la sociedad ni el individuo preceden ontológicamente al otro.

La teoría tradicional de los roles (especialmente la que emplea sistemas sociales como nivel de análisis) y el interaccionismo simbólico divergen en cuanto a la precedencia de la relación entre sociedad, individuos y roles. La teoría tradicional de los roles asume que éstos son definidos por la sociedad, que a su vez determina lógicamente la identidad. El interaccionismo simbólico, en cambio, considera que los roles surgen de la comunicación simbólica en una relación recíproca entre la sociedad y el individuo. En este caso, se atribuye a los individuos una identidad activa, creativa, consciente y volitiva.

El interaccionismo simbólico se basa en la filosofía de los pragmáticos estadounidenses (por ejemplo, W. James, J. Dewey y C. S. Pierce) y de científicos sociales posteriores como G. H. Mead, C. H. Cooley y E. Goffman. La premisa básica es que el yo emerge a través de interacciones simbólicas con categorías socialmente reconocidas y los roles que se corresponden con esas categorías. Dado que los roles surgen en relación con los demás y la sociedad, el yo también lo hace. El yo es la forma en que los individuos se entienden a sí mismos en relación con los demás (véase Stryker y Statham 1985).

Una implicación práctica de esto es que la forma en que los individuos piensan de sí mismos depende, en gran medida, de los roles sociales que desempeñan. Esto lo capta muy bien W. James: “Muchos jóvenes que son bastante recatados ante sus padres y maestros, juran y alardean como un pirata entre sus duros amigos jóvenes” (1890, p. 294). También está implícita la afirmación de James de que los individuos tienen muchos yoes y muchas identidades sociales: “un hombre tiene tantos yos sociales como individuos lo reconocen y llevan una imagen de él en su mente” (1890, p. 294). Por lo tanto, se puede decir que los individuos tienen muchos yos vinculados, en contraposición a un yo unido.

La naturaleza activa y emergente del yo y de la identidad es indicativa del trabajo de los de la tradición del interaccionismo simbólico. Los individuos eligen yos sobre los que reivindicar y abandonan otros que no resultaron adaptativos o que no obtuvieron una respuesta positiva. Así, la autoestima está directamente vinculada a la elección de los yos que se mantienen o se descartan. Además, los roles y los yoes no se imponen simplemente a los individuos, sino que las opciones disponibles abren la oportunidad de explorar posibles yoes. Trabajos recientes, derivados de las formulaciones de James, las teorías contemporáneas de la evolución y la dinámica performativa, han propuesto un modelo de exploración y construcción de posibles yoes (Bailey y Ford 1994; Yost et al. 1992).

Cognición y procesamiento esquemático. Los roles afectan a las percepciones, determinaciones y juicios individuales de las personas, eventos y relaciones causales a través del procesamiento esquemático. Un esquema es una estructura cognitiva altamente ordenada compuesta por conocimientos, creencias y sentimientos sobre personas, objetos y eventos. Los esquemas, por tanto, son marcos mentales que organizan coherentemente la memoria y las asociaciones que, a su vez, facilitan el procesamiento eficiente de la información. Aunque hay muchos tipos de esquemas -como los esquemas de eventos (por ejemplo, el guión que los individuos siguen cuando cenan en un restaurante) o los esquemas de personas (por ejemplo, el conocimiento, los sentimientos y las expectativas que un individuo tiene sobre otro)-, los esquemas de rol son los que organizan los patrones de comportamiento adecuados según la posición o la situación.

La noción de esquema de rol es fundamental para el constructo de rol en la medida en que los roles son pautas de comportamiento. Desde una perspectiva cognitiva, la cuestión es cómo los esquemas de rol influyen en el procesamiento individual de la información. Esta influencia se produce en ambas direcciones, es decir, como observador y como actor. La investigación demuestra que, al observar a otro, la activación de un esquema de rol influye en la atención, la memoria y la atribución. Por ejemplo, al observar a una persona mayor, los individuos tienden a notar, recordar y dar explicaciones causales que son consistentes con un esquema de rol basado en la edad (por ejemplo, el señor mayor arrugó la nariz porque desaprobaba la música alta). De este modo, los esquemas de rol proporcionan a los observadores una rica red de información interconectada mediante la cual pueden categorizar e interpretar el comportamiento de los demás. Por supuesto, como medio para comprender a los demás, los esquemas de rol sacrifican la precisión en aras de la eficacia, como ocurre con los estereotipos. Como actor, los esquemas de rol se refieren a las representaciones mentales de las expectativas que acompañan a un rol. Del mismo modo, los individuos acceden a la información y la procesan más rápidamente cuando está relacionada con el rol que están ocupando en ese momento (véase Fiske y Taylor 1991).

Transición y alteración. La investigación sobre la transición de roles reconoce que los individuos se desarrollan y pasan de un rol a otro en el curso de sus vidas. Por lo tanto, la transición de roles se refiere al movimiento de un rol a otro, y específicamente a cómo los individuos se adaptan a la transición. Por ejemplo, un ascenso de programador de plantilla a supervisor de proyecto requiere aprender nuevas funciones y expectativas, pero también modificar las actitudes hacia los demás. Lo mismo ocurre con las transiciones de hijo a padre, de estudiante a empleado y de niño a adulto. Por lo tanto, estas transiciones de rol desafían a los individuos a reconceptualizar su noción de sí mismos, sus relaciones con los demás, y sus opiniones y actitudes hacia los objetos y eventos relevantes para el ámbito. La transición de rol se ha examinado en el ámbito de la gestión, haciendo hincapié en cómo facilitar la transición para mejorar el rendimiento, y en el ámbito del asesoramiento psicológico, prestando atención a apaciguar la angustia emocional que a menudo acompaña a estos períodos de ajuste.

El cambio de rol puede definirse como una alteración en la comprensión consensuada de los patrones de comportamiento de un rol establecido. No se trata de una transición de un rol a otro, sino de un cambio en las expectativas y los límites de un rol establecido. Se parte de la base de que los roles no son entidades estáticas, sino que deben evolucionar para responder adecuadamente a las exigencias del entorno cultural, las condiciones económicas o la situación social (véase Turner 1990).

Hay tres formas fundamentales en las que los roles pueden cambiar. En primer lugar, los roles pueden cambiar en función de los cambios en las prioridades sociales o los patrones culturales. Por ejemplo, los roles de género han sufrido una alteración considerable a medida que las actitudes hacia la igualdad de derechos, el acceso a las oportunidades profesionales y las obligaciones tradicionales se han reconsiderado y reconfigurado en la sociedad. En segundo lugar, los roles pueden cambiar debido a los dictados formales de la autoridad. Por ejemplo, las responsabilidades del propio trabajo pueden ampliarse cuantitativamente (por ejemplo, supervisando a más personas) o cuantitativamente (por ejemplo, implicando un conjunto de habilidades totalmente diferente). En tercer lugar, y quizás el más interesante, los roles pueden ser modificados por el individuo que los ocupa. Por ejemplo, los individuos pueden, debido a sus preferencias o actitudes personales, redefinir un papel de “director” para que tenga menos que ver con la planificación y la supervisión y más con la tutoría y la dirección.

CONCLUSIÓN

La teoría de los roles ha cerrado el círculo. Las primeras formulaciones, especialmente las de Parsons (1951), Moreno (1934) y Goffman (1959), han adquirido recientemente una considerable vigencia. Por ejemplo, el funcionalismo ha demostrado ser útil como marco analítico para describir las alteraciones en las democracias emergentes. El énfasis de Moreno en el juego de roles ha encontrado su camino en la pedagogía en forma de ejercicios en el aula para ilustrar conceptos y talleres ejecutivos para el desarrollo de habilidades, así como un método fructífero para la intervención terapéutica. Y la confianza de Goffman en la actuación escénica ha influido en el pensamiento actual sobre la identidad e incluso en la metodología de la investigación. Lo que esto sugiere es que los teóricos de los roles son muy conscientes de su herencia teórica y de sus progenitores, y están dispuestos a extraer el pasado para comprender mejor el presente.

Los roles cambian a medida que cambian las condiciones generales. Los factores políticos, económicos y tecnológicos son especialmente volátiles, y cada uno de ellos altera a su manera el sistema social en el que residen los individuos y la forma en que se entienden a sí mismos. Aunque la teoría de los roles no se ha investigado tan intensamente en la última década -víctima de la moda académica-, sigue proporcionando una base intelectual y estructural para los campos de las ciencias sociales. Además, dado que el final del siglo XX está marcado tanto por el cambio como por cualquier otra cosa, las condiciones sociales están cambiando a un ritmo vertiginoso. Ninguna construcción teórica es más adecuada para examinar el impacto de tales cambios en el sistema social y en el individuo que la teoría de los roles.

Bailey, J. R., y C. M. Ford 1994 “Of Methods and Metaphors: Teatro y autoexploración en el laboratorio”. Journal of Applied Behavioral Science 30:381-396.

Biddle, B. J. 1986 “Recent Developments in Role Theory”. En R. H. Turner y J. F. Short, eds., AnnualReview of Sociology, vol. 12. Palo Alto, California: Annual Reviews.

Fiske, S. T., y S. E. Taylor 1991 Social Cognition. Nueva York: Random House.

Goffman, E. 1959 The Presentation of Self in Everyday Life. Nueva York: Doubleday.

Goodman, P. S., E. Ravlin, y M. Schminke 1987 “Understanding Groups in Organizations”. En L. L. Cummings y B. M. Staw, eds., Research in Organizational Behavior. Greenwich, Conn.: JAI.

Hall, R. H. 1991 Organizations: Structures, Processes, andOutcomes. Englewood Cliffs, N.J.: Prentice Hall.

James, W. 1890 Principles of Psychology, vol. 1. New York: Dover.

Moreno, J. L. 1934 Who Shall Survive? Washington, D.C.: Nervous and Mental Disorders Publishers.

Parsons, T. 1951 The Social System. Glencoe, Ill.: Free Press.

Simmel, G. 1920 “Sur philosopie des schauspielers”. Logos 1:339-362.

Stryker, S., y A. Statham 1985 “Symbolic Interaction and Role Theory”. En G. Lindzey y E. Aronson, eds., Handbook of Social Psychology. New York: Random House.

Turner, R. H. 1990 Role Change. En W. R. Scott y J. Blake, eds., Annual Review of Sociology, vol. 16. Palo Alto, California: Annual Reviews.

Turner, V. 1986 The Anthropology of Performance. New York: PAJ.

Yost, J. H., M. J. Strube, y J. R. Bailey 1992 “The Construction of the Self: An Evolutionary View”. Psicología actual: Research and Review 11:110-121.

James R. Bailey
John H. Yost

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.