Los incas, que veneraban mucho a la vicuña, la llamaban la “reina de los Andes”. En esa época (hasta el siglo XVI), había más de tres millones de vicuñas en las montañas de Perú, pero a mediados de la década de 1960, sólo quedaban 5.000: primero los conquistadores, y luego los cazadores furtivos, exterminaron sin piedad a los animales para hacerse con su precioso vellón, llevando a la especie al borde de la extinción. Aunque a mediados de los años 70 se prohibió el comercio de fibra de vicuña para desalentar la caza furtiva y se crearon las primeras reservas, el verdadero punto de inflexión se produjo en 1994, cuando el gobierno peruano seleccionó a un socio internacional al que encomendó la reintroducción en el mercado de este preciado material, que se obtendría únicamente de animales esquilados vivos y luego liberados. Ese socio, a la cabeza de un consorcio, fue Loro Piana. Gracias también a la implicación de las comunidades andinas, a las que se confía la tarea de salvaguardar los animales a cambio de los beneficios de la esquila, la vicuña se ha salvado. Desde 1994 hemos seguido trabajando en nuevos proyectos para salvaguardar estos animales, desde la creación de la primera reserva natural privada de Perú en 2008, hasta la actual iniciativa de recogida de agua de lluvia, Progetto Acqua, también en Perú, pasando por proyectos en Argentina y Bolivia, donde nos abastecemos de fibra de calidad superlativa procedente de animales certificados como legalmente esquilados, contribuyendo así a poner fin a la caza furtiva, en nombre de la excelencia sostenible.
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