Es curioso, pero en pleno siglo XXI, cuando los optometristas detectamos una de estas alteraciones refractivas oculares, aún nos siguen preguntando algunos de nuestros pacientes ¿qué son y en qué consisten la miopía, la hipermetropía o el astigmatismo? Vamos a intentar explicarlo de una forma básica y sencilla:
Entre otros muchos factores, para tener una buena visión es fundamental que la imagen que miramos, cuando atraviesa la córnea y el cristalino (que hacen el efecto de una lupa potente que concentra la imagen) se focalice exactamente en la retina para tener una adecuada definición de los detalles (agudeza visual).
En la miopía, ya sea porque la longitud el ojo es más larga de lo normal o porque tiene más potencia focal de la adecuada, la imagen lejana se focaliza por delante de la retina, por lo que la retina recibe una imagen borrosa (fig.1).
Estos pacientes se quejan de que ‘no ven’ pero no es cierto. Su elevada potencia ocular les permite ver perfectamente sin gafas pero solo a distancias cercanas (menor de 1 metro generalmente) ya que en esas situaciones el enfoque en su retina es óptimo (fig.2).
Para compensar este desenfoque a medias y largas distancias prescribimos lentes oftálmicas o de contacto divergentes o negativas (-0,25/-0,50/-0,75/-1,00/-1,25, etc) que contrarrestan el exceso de potencia ocular para lograr una adecuada focalización (fig.3).
La miopía es uno de los defectos refractivos más comunes entre la población mundial. Y se calcula que, si no cuidamos su aparición y desarrollo desde la edad infantil, en 2050 la mitad de la población mundial podría ser miope, una pandemia que ya se ha iniciado.
En la hipermetropía ocurre al contrario. Ya sea porque la longitud del ojo es más corta de lo normal o porque tiene menos potencia focal de la adecuada, la imagen lejana se focaliza por detrás de la retina, por lo que la retina recibe también una imagen borrosa (fig.1).
En esta disfunción refractiva, también al contario de la miopía, cuanto más cercana es la imagen que queremos ver, más se aleja de la retina nuestro punto de enfoque por lo que la imagen es aún más borrosa (fig.2).
No obstante, en muchos casos ocurre que nuestro propio ojo es capaz de compensar esta carencia de potencia con su propio sistema de acomodación, incrementando la potencia del cristalino y la convergencia, que comporta un enfoque retiniano adecuado (fig.3). Esta acomodación constante sin corrección óptica llevan al sujeto a una falsa sensación de ‘ver bien’ y suele acarrear disconfort y fatiga visual además de otras condiciones astenópicas como dolor de cabeza frontal, picor o lagrimeo ocular. En edades infantiles está muy relacionado con el fracaso escolar.
Para compensar esta alteración refractiva prescribimos lentes oftálmicas o de contacto convergentes o positivas (+0,25/+0,50/+0,75/+1,00/+1,25, etc) que suplen la falta de potencia ocular para lograr una apropiada focalización (fig.4).
Por último, el astigmatismo es también un problema refractivo muy frecuente y puede darse de forma individual o combinado con miopía o hipermetropía.
Básicamente, en el astigmatismo, las superficies de las estructuras oculares del ojo (cornea o cristalino) no son completamente esféricas sino que están achatadas o son irregulares y en vez de parecerse a medio balón de baloncesto se parecen más a medio balón de rugby o fútbol americano (fig.1).
Esta alteración provoca una refracción diferente entre los meridianos oculares y se forman focos diferentes de la misma imagen que no coinciden entre sí provocando la disminución de la agudeza visual, leve visión doble o con sombras y la distorsión de los objetos enfocados (fig.2).
Afecta la visión a todas las distancias y suele provocar cefaleas frecuentes. Para compensar esta disfunción refractiva prescribimos lentes oftálmicas o de contacto denominadas ‘tóricas’ con valores mixtos (±0,25/±0,50/±0,75/±1,00/±1,25, etc) que compensan la diferencia entre meridanos para alcanzar una correcta focalización (fig.3).
Ante cualquier síntoma de malestar visual es muy importante acudir a las revisiones con el óptico-optometrista, con el objetivo de evaluar al paciente y recomendarle para sus disfunciones refractivas los métodos de compensación personalizados más adecuados.
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