Los cangrejos del coco son la peor pesadilla de un pájaro

Imagina que eres un piquero de patas rojas durmiendo la siesta en una rama no lo suficientemente alta de un árbol. Es de noche en una isla en medio del Océano Índico, y no puedes ver mucho de lo que te rodea. Entonces, de la oscuridad sale un monstruo. Su garra te agarra, rompiendo los huesos y arrastrándote al suelo. Todavía no te das cuenta, pero estás condenado. La criatura te rompe más huesos. Luchas, pero es un esfuerzo inútil. Pronto los otros monstruos huelen tu sangre y convergen en tu cuerpo, desgarrándolo durante las siguientes horas.

El monstruo en este escenario de película de terror es un cangrejo cocotero, el invertebrado terrestre más grande del mundo, que tiene una envergadura de patas de más de un metro y puede pesar más de cuatro kilogramos.

Pero esto no es una página de un guión. El biólogo Mark Laidre, de la Universidad de Dartmouth, fue testigo de esta escena en marzo de 2016, durante una expedición de campo de dos meses para estudiar los cangrejos en el archipiélago de Chagos.

Laidre, experto en cangrejos ermitaños, se “moría de ganas de estudiar” a sus gigantescos primos. Se sabe poco sobre los cangrejos, señala. Un estudio realizado a principios de este año analizó la fuerza que puede ejercer la pinza de un cangrejo de coco en el laboratorio. Pero, dice, “todavía no hay un solo artículo sobre cómo abren un coco.”

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Se desplazó hasta el remoto lugar del océano Índico porque quería estudiar los cangrejos en un lugar donde pocas personas interfirieran en sus comportamientos naturales. Laidre había oído historias de que los cangrejos del coco mataban a las ratas, y más tarde fue testigo de cómo se alimentaban de los roedores en las islas. “Está claro que está en su repertorio comer algo grande”, dice. Y cuando hizo un inventario de las madrigueras de los cangrejos, encontró en una de ellas el cadáver de un piquero de patas rojas casi adulto. “En ese momento, supuse que era algo que había muerto… y que el cangrejo había arrastrado hasta allí”, recuerda.

Pero entonces, en mitad de la noche, vio cómo un cangrejo atacaba a un pájaro que dormía en un árbol, y consiguió grabar parte del suceso. “No me atreví a grabar en vídeo a cinco cangrejos de los cocoteros despedazando al pájaro después”, dice. “Fue un poco abrumador. Me costó dormir esa noche”.

La historia continúa debajo del vídeo

Mark Laidre grabó parte de este ataque de cangrejos pero no tuvo el valor de encender la cámara después, cuando cinco cangrejos destrozaron al ave marina. Coconut Crab Conservation/YouTube

Después del suceso, Laidre escuchó la historia de un trabajador de una plantación local que había presenciado algo similar un par de años antes. “Estaba sentado comiendo un bocadillo, y este cangrejo de los cocoteros salió de su madriguera en pleno día cuando… un piquero de patas rojas… se posó fuera de su madriguera”, cuenta Laidre. El cangrejo agarró la pata del pájaro y lo metió en la madriguera. “El pájaro nunca salió”.

Es difícil saber con qué frecuencia ocurren ataques como éste, si son raros o comunes. “La depredación en sí es algo que no se ve a menudo”, dice Laidre. Le gustaría instalar algún día cámaras trampa en las islas para conocer mejor el comportamiento de los cangrejos.

Pero mientras estaba en las Chagos, se encontró con una especie de experimento natural que le permitió conocer el efecto de los cangrejos en las poblaciones de aves locales. Los cangrejos de coco viven sólo en algunas de las islas. Las aves pueden vivir en cualquiera de ellas, pero sus poblaciones varían de una isla a otra. Así que Laidre estudió las islas, recorriendo transectos y contando cangrejos y nidos de aves.

“El patrón que encontré en toda la isla fue pronunciado”, escribe Laidre el 1 de noviembre en Frontiers in Ecology and the Environment. En Diego García, por ejemplo, un transecto de 15 kilómetros reveló 1.000 cangrejos y ningún pájaro anidando. En cambio, en la isla del Oeste, libre de cangrejos, abundaban los nidos de aves que anidan en el suelo.

Laidre sospecha que los cangrejos de coco actúan como “gobernantes del atolón”, impidiendo que las especies de aves que anidan en el suelo encuentren su hogar en las islas llenas de cangrejos. En otras islas con grandes poblaciones de aves, éstas podrían ayudar a mantener sus islas libres de cangrejos comiendo cangrejos de coco juveniles, impidiendo que se colonicen allí.

“Es fácil simpatizar con la presa”, dice Laidre, “pero al mismo tiempo, hay muchas funciones ecológicas que tiene ese tipo de acción”.

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