Muhammad Iqbal

Vida temprana y carrera

Iqbal nació en Sialkot, India (ahora en Pakistán), de una familia piadosa de pequeños comerciantes y se educó en el Government College de Lahore. En Europa, de 1905 a 1908, se licenció en filosofía en la Universidad de Cambridge, se tituló como abogado en Londres y se doctoró en la Universidad de Munich. Su tesis, El desarrollo de la metafísica en Persia, reveló algunos aspectos del misticismo islámico hasta entonces desconocidos en Europa.

A su regreso de Europa, se ganó la vida con el ejercicio de la abogacía, pero su fama vino de la mano de su poesía en lengua persa y urdu, escrita en estilo clásico para ser recitada en público. A través de simposios poéticos y en un entorno en el que la memorización de versos era habitual, su poesía se hizo ampliamente conocida.

Antes de visitar Europa, su poesía afirmaba el nacionalismo indio, como en Nayā shawālā (“El nuevo altar”), pero el tiempo que pasó fuera de la India le hizo cambiar de perspectiva. Llegó a criticar el nacionalismo por una doble razón: en Europa había conducido a un racismo e imperialismo destructivos, y en la India no se basaba en un grado adecuado de propósito común. En un discurso pronunciado en Aligarh en 1910, bajo el título “El Islam como ideal social y político”, indicó la nueva dirección panislámica de sus esperanzas. Los temas recurrentes de la poesía de Iqbal son un recuerdo de las glorias desaparecidas del Islam, una queja sobre su decadencia actual y una llamada a la unidad y la reforma. La reforma puede lograrse fortaleciendo al individuo a través de tres etapas sucesivas: la obediencia a la ley del Islam, el autocontrol y la aceptación de la idea de que todos son potencialmente vicerrectores de Dios (nāʾib, o muʾmin). Además, la vida de acción debe preferirse a la resignación ascética.

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Tres poemas significativos de este periodo, Shikwah (“La queja”), Jawāb-e shikwah (“La respuesta a la queja”) y Khizr-e rāh (“Khizr, el guía”), se publicaron más tarde, en 1924, en la colección urdu Bāng-e darā (“La llamada de la campana”). En estas obras, Iqbal expresó con intensidad la angustia de la impotencia musulmana. Khizr (en árabe: Khiḍr), el profeta coránico que plantea las preguntas más difíciles, es representado trayendo de Dios los desconcertantes problemas de principios del siglo XX.

¿Qué cosa es el Estado? o ¿por qué
el trabajo y el capital deben discrepar tan sangrientamente?
El manto consagrado de Asia se hace jirones
y se desgasta…
¿Para quién esta nueva prueba, o por la mano de quién preparada?

La notoriedad llegó en 1915 con la publicación de su largo poema persa Asrār-e khūdī (Los secretos del yo). Escribió en persa porque pretendía dirigir su llamamiento a todo el mundo musulmán. En esta obra presenta una teoría del yo que supone una fuerte condena del quietismo negador del yo (es decir, la creencia de que la perfección y la paz espiritual se alcanzan mediante la absorción pasiva en la contemplación de Dios y las cosas divinas) del misticismo islámico clásico; su crítica escandalizó a muchos y suscitó la polémica. Iqbal y sus admiradores mantuvieron constantemente que la autoafirmación creativa es una virtud musulmana fundamental; sus críticos dijeron que imponía al Islam temas del filósofo alemán Friedrich Nietzsche.

La calidad dialéctica de su pensamiento se expresó en el siguiente poema persa largo, Rumūz-e bīkhūdī (1918; Los misterios del desinterés). Escrito como contrapunto al individualismo predicado en el Asrār-e khūdī, este poema llamaba a la entrega de uno mismo.

He aquí que, como una vela que lucha con la noche
Sobre mi propio yo derramo mis lágrimas de inundación.
He gastado mi yo, para que haya más luz,
más belleza, más alegría para otros hombres.

La comunidad musulmana, tal como la concebía Iqbal, debía enseñar y fomentar eficazmente el servicio generoso a los ideales de hermandad y justicia. El misterio del desinterés era la fuerza oculta del Islam. En última instancia, el único modo satisfactorio de autorrealización activa era el sacrificio del yo al servicio de causas mayores que el yo. El paradigma era la vida del profeta Mahoma y el servicio devoto de los primeros creyentes. El segundo poema completa la concepción de Iqbal sobre el destino final del ser.

Más tarde publicó otros tres volúmenes en persa. Payām-e Mashriq (1923; “Mensaje de Oriente”), escrito en respuesta al West-östlicher Divan (1819; “Diván de Occidente y Oriente”) de Johann Wolfgang von Goethe, afirmaba la validez universal del Islam. En 1927 apareció Zabūr-e ʿAjam (“Salmos persas”), sobre el que A.J. Arberry, su traductor al inglés, escribió que “Iqbal mostró aquí un talento totalmente extraordinario para el más delicado y delicioso de todos los estilos persas, el ghazal”, o poema de amor. Jāvīd-nāmeh (1932; “La canción de la eternidad”) se considera la obra maestra de Iqbal. Su tema, que recuerda a la Divina Comedia de Dante, es el ascenso del poeta, guiado por el gran místico persa del siglo XIII Rūmī, a través de todos los reinos del pensamiento y la experiencia hasta el encuentro final.

Las últimas publicaciones de poesía de Iqbal en urdu fueron Bāl-e Jibrīl (1935; “El ala de Gabriel”), Zarb-e kalīm (1937; “El golpe de Moisés”), y el póstumo Armaghān-e Hijāz (1938; “Regalo del Hiyaz”), que contenía versos tanto en urdu como en persa. Se le considera el mayor poeta en urdu del siglo XX.

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